Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista
Reflexión homilética 3 de noviembre de 2024
Este domingo XXXI del tiempo ordinario, quiere infundir a la humanidad una nueva primavera hablándole de la cercanía del Creador, nuestro Dios.
Les invito a meditar con seriedad lo que tiene que significar Dios en nuestra vida personal y social si queremos conseguir la felicidad.
Deuteronomio
Nos presenta unos consejos muy especiales para que entendamos el poder de Dios, precisamente cuando la naturaleza se rebela contra el hombre, su criatura.
Meditemos este consejo que tiene unido a él una gran promesa:
«Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú y tus hijos y tus nietos mientras viváis».
Añade el texto: «Así prolongarás tu vida… para que te vaya bien y crezcas en número».
Finalmente, llega el gran mandamiento del Señor:
«Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas».
Salmo 17
Es una auténtica confesión de amor, que es bueno que hoy repitamos todos en nombre de la humanidad. Leamos y meditemos:
«Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza… Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador… Mi peña, mi refugio, escudo mío…».
A continuación, el salmista confirma su confianza y seguridad en Dios:
«Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos», para terminar, glorificando al Dios verdadero:
«¡Viva el Señor, bendita sea mi roca! ¡Sea ensalzado mi Dios y salvador!».
Carta a los hebreos
Continúa el tema de la semana anterior hablándonos del servicio maravilloso que ha hecho Jesucristo a la humanidad, con su sacerdocio especial y único.
Él es «el» sacerdote «santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y, por lo mismo, encumbrado sobre el cielo».
Jesús sacerdote «no necesita ofrecer sacrificios cada día, como hacen los sacerdotes humanos, que primero ofrecen sacrificios por sus propios pecados y después por los del pueblo… Jesús ofreció el sacrificio una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo».
En este día tenemos que agradecer de una manera especial a Jesucristo, que es Dios y Redentor nuestro, por el sacrificio al que se sometió para salvarnos a nosotros.
Verso aleluyático
En este domingo del amor de Dios tengamos presente la gran promesa hecha por Jesús:
«El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él».
La maravillosa respuesta de Dios siempre está por encima de nuestra generosidad. Él mismo está con nosotros.
Evangelio
El párrafo del Evangelio de San Marcos de hoy nos cuenta que un escriba que, por cierto, tenía buena voluntad, preguntó a Jesús:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
La respuesta de Jesucristo no se hizo esperar y, citando el Antiguo Testamento, afirmó:
«Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser».
Después de afirmar cómo el primero es el primer mandamiento, añade:
«El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
El escriba satisfecho termina alabando a Jesús y repitiendo el mismo pensamiento. Esto agradó a Jesús que terminó la conversación diciendo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Amigos todos, hay una eternidad feliz y conseguirla será nuestra salvación para siempre.
Coloquemos a Dios en el corazón de nuestra vida y de esta manera aprenderemos a amar y a servir al prójimo como el mismo Señor nos ha pedido.
Todo esto traerá alegría y paz para nuestra vida y para nuestra convulsionada sociedad. Si volvemos a ser «amigos» las criaturas y el Creador todos seremos felices y la naturaleza no se volverá contra las criaturas.
Imagen de Stefan Keller en Pixabay