Solemnidad de Jesucristo rey del universo

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 24 de noviembre de 2024

Al final del año litúrgico, la Iglesia recapitula todo el tiempo como en una gavilla y lo coloca en las manos de Jesucristo, Señor del Universo.

Pongamos también nosotros todo el año en las manos de Jesucristo, nuestro Rey y Señor, tanto en las cosas buenas como en lo que nos hayamos podido equivocar.

Pidamos perdón y agradezcamos.

Daniel

El profeta nos presenta una visión en la cual ve venir un «Hijo de hombre» (título que asumirá Jesús), el cual «se acercó al anciano y se presentó ante él».

Este Hijo de hombre recibe el poder real y el dominio propio de los reyes.

Proféticamente este Hijo de hombre será respetado por todos los pueblos: «Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin».

Una profecía que nos debe servir para admirar cómo ya el Antiguo Testamento profetizó la grandeza del Mesías esperado.

Salmo 82

«El Señor reina vestido de majestad».

El salmo nos presenta al Señor como rey «vestido y ceñido de poder».

La presencia de este rey mantiene firme al pueblo, ya que su reino es eterno.

A continuación, añade el salmista que los mandatos de este rey son fieles y seguros y el adorno de su mansión es la santidad.

Apocalipsis

Canta las grandezas y fidelidad de Jesucristo a quien llama «testigo fiel y primogénito de entre los muertos».

De este gran testigo se afirma que nos ama hasta llegar a librarnos de todos nuestros pecados, por su sangre, e incluso, llegar a convertirnos en un reino y hechos sacerdotes de Dios.

Concluye nuestro párrafo de hoy glorificando a Jesucristo y nosotros hacemos nuestras las alabanzas del Apocalipsis:

«A Él la gloria y el poder por los siglos… Dice el Señor: “Yo soy el alfa y omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso”».

A Jesucristo, Rey del Universo sea dada toda la gloria y, de una manera especial, en la santa Eucaristía de este último domingo del año.

Verso aleluyático

Es una bendición especial tomada del Evangelio de San Marcos cuando entra Jesús en Jerusalén, y nosotros, todos los días, lo repetimos preparando la llegada de Jesús cada vez que celebramos la santa misa:

«¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!».

Evangelio

Nos relata San Juan el difícil interrogatorio de Pilato a Jesús.

La verdad es que, a primera vista, parece que Pilato está burlándose de aquel hombre físicamente destrozado a quien se ha acusado de creerse rey. Si esto fuera verdad Jesús estaría atentando contra el poder de Roma representado por Pilato.

Pilato comienza así su conversación:

– «¿Eres tú el rey de los judíos?»

Jesús responde de una manera difícil, preguntando:

– «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».

Pilato quiere retomar el dominio de su papel como representante de Roma y pregunta:

– «¿Acaso soy yo judío?».

Y con «toda» su autoridad, añade:

– «Tu gente te ha entregado a mí. ¿Qué has hecho?».

También Jesús se reviste de toda su autoridad:

– «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos».

Pilato desubicado, pregunta:

– «¿Tú eres rey?».

Nosotros en este domingo admiramos y adoramos la respuesta de Jesucristo:

– «Tú lo dices: soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Busquemos, amigos, nuestra propia verdad para ver si, de hecho, y no solo de palabra, Jesucristo reina en nosotros y su verdad nos conduce.

 
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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