Por Marta Morales
Las relaciones humanas son una de las cosas más difíciles de la vida, por eso es importante reflexionar sobre ellas. ¿Por qué? Porque somos diferentes e interpretamos los hechos de modo diferente. Y, además, el uso del celular quita mucho tiempo para las relaciones familiares y para escuchar a las amistades. Pero podemos tener un sueño que nos mantenga despiertos porque lleva a un mundo mejor.
La inteligencia emocional es la capacidad de comprender, controlar y utilizar las emociones propias y de los demás para bien. Esta habilidad puede ayudar a las relaciones interpersonales. La inteligencia emocional es saber manejar nuestros sentimientos inteligentemente. Todos necesitamos relaciones cercanas y amistosas y para ello requerimos saber unir los pensamientos a los sentimientos.
Tim Gallewey era couch de tenistas. Casi todo el tiempo estamos viendo hacia afuera y dedicamos poco tiempo a nuestro interior, pensar e interiorizar es uno de los actos más fructíferos en nuestras vidas. Hay que conocernos, tomar lo de afuera, analizarlo y llevarlo al interior. Hay que mejorar toda la vida.
Es esencial que las emociones no me manejen a mí, yo debo manejarlas. Hay que darnos cuenta cómo está el otro, es decir, percibir las emociones de la persona, del entorno o del ambiente.
De entrada, hay que esperar cosas buenas de las personas, porque así responden de acuerdo a lo esperado.
Leticia Rico de Vargas hace una propuesta: Para mejorar hay que cuestionarnos. Las preguntas que nos hacemos han de ser inteligentes y concretas: ¿por qué gritaste en esa situación?, ¿por qué rechazas a tal persona?, ¿soy afectivo o frío?, ¿cómo reacciono ante la tristeza?
¿Cómo puedo tener un buen manejo de mis sentimientos? Hay que analizar primero lo que me está pasando y ponerle nombre. Hay que saber qué te afecta y qué te equilibra. Hay que buscar el origen de lo que nos causa ese sentimiento. Hay que aprender a controlar las reacciones que provocan en mí los gestos o las opiniones de determinada persona. Hay que buscar ayuda profesional cuando el obstáculo es mayor que uno mismo. Una persona cercana es la adecuada para apoyar. Hay que desahogarse, y si no basta, hay que sanar.
Para conocerse a sí mismo hay que conocer cuál es el sentimiento qué más me afecta. Quizás me afecta cómo me ven los demás o darme cuenta que soy egoísta; a otros les afecta lo que piensan va a pasar en el futuro.
La prisa hace estragos. La prisa llena al ser humano de estrés y de cortisol (las glándulas suprarrenales segregan el cortisol). La vida actual hace que se produzca más cortisol y, por tanto, se da la angustia, la ansiedad, el estrés o el miedo. A la larga eso afecta al cerebro.
Lucy Rico de Vargas afirma que hay que cuestionarnos algunas otras cosas:
Un sentimiento que cuesta controlar es la ansiedad, hay que discernir: ¿qué lo provoca? Querer hacer bien las cosas, quizás la falta de tiempo. ¿Con qué ideas relacionas ese sentimiento? Con la responsabilidad, con la aceptación de los demás.
¿Con qué relaciono el sentimiento negativo al que me enfoco? La ansiedad la relaciono con el “qué dirán” o con que no he estudiado lo suficiente un tema o no he preparado la comida, o no quiero expresar lo que pienso porque el público está en mi contra.
Mencionar dos pensamientos distorsionados: “Siempre me piden a mí que haga todo”; “cuando pido algo me dicen que no hay dinero”.
Piensa dos acciones que puedas realizar para que este sentimiento negativo no te domine: Esperar cosas buenas de los demás, si hay que corregir, hay que hacerlo con dulzura y delicadeza. Tener paciencia.
Piensa o examina dos habilidades que tienes en las relaciones humanas y dos deficiencias, para conocerte mejor.
Todo lo que hacemos comunica: palabras, gestos, posturas, silencios, ademanes, miradas, interrupciones, ver o no ver a los ojos, etc. Lo más importante es la gente que tenemos enfrente y nos habla. Escuchar es un arte, es un regalo y es esencial para la comunicación asertiva.
La película de Arthur es muy buena para ejemplificar estos temas y saber que el buen ambiente se construye.
Libro: Jirina Prekor, A través del amor sobrevivimos, Ed. Propia. Jirina es checoslovaca.