Por Rebeca Reynaud

La libertad es signo eminente de que el hombre es imagen de Dios. La participación del hombre del cielo es un bien tan grande y tan deseado por el Amor divino, que Dios ha querido correr el riesgo de la libertad humana. La libertad no es tanto una propiedad natural cuanto una conquista, fruto de la educación, de las virtudes adquiridas y de la gracia de Dios.

  1. Dios creó al hombre libre

Ante el hombre están la vida y la muerte. El que prefiera cada cual, se le dará. Esto se ve en la película Sonidos de libertad, de Verástegui, cuando dialoga el protagonista, Timoteo Ballard (actúa Jim Caviezel) con Vampiro, un ex convicto que al salir de la cárcel vuelve a las andanzas, pero el ver la tristeza en la cara de una chica de 14 años, que se dedicaba a la prostitución, pensó: “Yo soy la oscuridad que la hace triste, debo matar a la oscuridad”. Y cambia su forma de vida, ahora compra niños para devolverlos a su lugar de origen. Vemos como el ser humano siempre puede rectificar y usar bien de su libertad.

¿Por qué Dios nos dio libertad? Dios ha querido dejar al hombre en libertad para que así busque a su Creador, espontáneamente y adhiriéndose libremente a Él, alcance la bienaventuranza. Creando al hombre a su imagen y semejanza, Dios dispone crear seres que sean capaces de participar de su misma vida divina, de ser sus amigos y de entrar en comunión con Él.

Para ello es necesario que los seres humanos seamos libres. Dios quiere hijos, no esclavos. “Los hijos de Dios no se venden”, como dice la película mencionada. El ser humano es finito y falible. Usar bien de mi libertad implica no vender el alma por un plato de lentejas.

Los astros siguen con toda exactitud las órbitas que tienen, pero no pueden conocer y amar. Con solo existir dan gloria a Dios. Sólo los hombres nos unimos a Dios por el ejercicio de nuestra libertad. El hombre no vale por lo que tiene o por lo que es, sino por lo que decide. La participación de los hombres en la bienaventuranza eterna es tan maravillosa, que Dios ha querido correr el riesgo de la libertad: Podemos perderla por decisiones mal hechas.

  1. Las dimensiones de la libertad humana

Verse libre de coacción es la que goza una persona que ha decidido hacer algo y lo hace, es una libertad externa libre de impedimentos. La libertad se entiende de este modo en el ámbito del derecho y la política, así se habla de libertad de expresión y libertad de reunión, cosa que no existe en los países comunistas o en las cárceles.

La libertad de elección o libertad psicológica significa la ausencia de necesidad interna para elegir una cosa u otra, como puede ser la profesión u oficio. Algunas drogas o enfermedades mentales pueden privar parcial o totalmente de libertad psicológica.

La libertad moral es aquella de que goza la persona que no está esclavizada a sus malas pasiones, vicios o por el pecado. Entendida en este sentido, la libertad es una conquista, fruto de la educación, de las virtudes que posee y de la gracia. La Biblia habla de la libertad en este sentido y esa libertad culmina con la gracia que Cristo nos consigue.

  1. La esencia de la libertad

La libertad libre de impedimentos exteriores, de condicionamientos interiores para elegir, y de obstáculos morales para ejercerla, aparece como la negación de algo. Ahora bien, hace falta considerar la esencia positiva de la libertad y su acto propio, que es la autónoma adhesión al bien, es decir, el amor al bien.

Libertad y amor están unidos, no hay amor que no sea libre, ni libertad que no se ejercite como amor a algo o a alguien. Una madre se sacrifica por amor a sus hijos, y según la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. El sacrificio y entrega a lo que se ama, son expresión de esa libertad porque nacen del amor, y el amor no puede no ser libre.

Cristo entregó libremente su vida: “Por eso me ama el Padre porque doy mi vida…” Nadie me la quita, sino que yo la doy libremente (Juan 10, 17-18).

En nosotros la adhesión al bien puede ser costosa porque tenemos una inclinación a la pereza, a la comodidad, al mal, pero la inclinación al bien puede ser más fuerte si así lo queremos. La libertad sólo puede entregarse por amor, por eso los que sostienen el “amor libre” ponen su libertad –su yo- por encima del amor. Es decirle al otro: “Te entrego todo menos mi libertad”. ¡Eso no es amor!

  1. La libertad desde el punto de vista histórico-salvífico

La Biblia considera la libertad desde la perspectiva de la Historia de la Salvación. Para entender al hombre hay que conocer la caída original. A causa del pecado original la libertad quedó sometida al pecado, aunque no se corrompió por completo (CEC, nn. 1739-1740). San Pablo afirma, en la Carta a los Romanos, que el pecado que se introdujo a raíz del pecado de Adán, es más fuerte que la inteligencia y la voluntad, ¿e incluso que la Ley de Moisés? Sí. Todo pecado es voluntario, sino no sería pecado. Entonces, ¿cómo evitarlo? Sin la gracia no podemos evitar el pecado siempre, porque tenemos oscurecida la inteligencia y debilitada la voluntad.

Cristo nos rescató del pecado que nos tenía sometidos a la esclavitud (cfr. CEC, n. 1741). Con la gracia de Cristo los hombres pueden evitar el pecado, como se ve en la vida de los santos canonizados y en tantos cristianos que viven en gracia y evitan los pecados graves y los veniales deliberados. El hombre necesita ser libre para ser feliz, pero no será feliz sin Dios, porque el sentido de su vida es conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y gozar de Él en la otra. Hay amores que no conducen a Dios.

Las leyes humanas conducen al bien cuando están en armonía con la ley moral. El comportamiento libre lo regula cada persona según el conocimiento que tiene del bien y del mal: libremente realiza lo que conoce como bueno y libremente evita lo que conoce como malo. Es necesario corregir los deseos de venganza, de robar, de violencia, de lujuria. Obrar mal no es una liberación, es una esclavitud.

En nuestra vida ha de estar presente el respeto de la libertad y la comprensión de los puntos de vista diferentes. La verdad no se impone, se expone.

Fuente. www.opusdei.org Textos doctrinales.

CHESTERTON escribió:

“El hombre libre no es aquel que piensa que todas las opiniones son igualmente verdaderas o falsas: eso no es libertad sino debilidad mental. El hombre libre es aquel que ve los errores con la misma claridad que la verdad”.

También Chesterton dice:

“La familia es la prueba de la libertad, porque la familia es la única cosa que el hombre libre hace por sí mismo y para sí mismo”.

 


 

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