Por P. Fernando Pascual

Cuando hay desorden en los pensamientos, hay desorden en las decisiones. Por eso, necesitamos poner orden al pensar y al actuar.

¿Cuándo hay desorden en los pensamientos? Cuando pasamos de un tema a otro sin control, cuando nos dejamos llevar por la última noticia, cuando giramos sin rumbo en el océano inagotable de las redes sociales.

Hay desorden en los pensamientos cuando no distinguimos entre lo importante y lo accesorio, entre lo que nos ayuda a amar y lo que nos entretiene excesivamente en las novedades tecnológicas.

Luego, el desorden mental se convierte en desorden en lo que acometemos, hasta el punto de que al final de algunos días tenemos que reconocer que no hicimos lo realmente serio y nos perdimos en mil acciones sin metas claras.

Para poner orden en los pensamientos, necesitamos decidir cómo invertir nuestro tiempo mental, qué vamos a leer, sobre qué reflexionaremos en vistas a lo que nos acerca a Dios y a los demás.

Una buena reflexión separa lo esencial de lo accesorio, lo que vale para el cielo y lo que caduca con la rapidez de un cotilleo intranscendente.

Entonces, con una mente disciplinada, la reflexión avanza e identifica aquellas acciones que resultan claves para mejorar la vida en familia, para crear un buen ambiente en el trabajo, para afianzar lazos con amigos de verdad.

Puede resultar difícil, en un mundo lleno de diversiones y ahogado en temas irrelevantes, lograr un mínimo de orden de la mente y de la voluntad.

Pero si damos pasos pequeños, desde el inicio del día, podremos experimentar el gusto de ver que identificamos y perseguimos con prontitud y una sana perseverancia esas acciones que nos permiten avanzar hacia todo aquello que nos lleva hacia Dios y hacia quienes necesitan afecto sincero.

 
Imagen de Ioana Radu en Pixabay


 

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