En este segundo domingo del tiempo ordinario, vamos a admirar los milagros del Señor que siempre van unidos a sus enseñanzas. Ojalá que nosotros sepamos descubrir en el milagro físico la purificación y santidad que Dios quiere de nuestro corazón.

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 19 de enero de 2025

Isaías

Podemos decir que hoy canta el amor de Dios a Sion:

«Por amor de Sion no callaré. Por amor de Jerusalén no descansaré».

Al final del párrafo de este día, el profeta concreta el amor de Dios, que llama a Sion «mi favorita», y manifiesta el amor único de Dios para con su pueblo:

«El Señor te prefiere a ti y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó. La alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo».

Salmo 95

El salmista invita a cantar las maravillas del Señor a todas las naciones:

«Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra. Cantad al Señor, bendecid su nombre».

A continuación, invita a todas las familias de los pueblos a aclamar al Señor:

«Aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre de Señor».

Y termina ensalzando al Señor:

«El Señor es rey, Él gobierna a los pueblos sabiamente».

San Pablo

En la carta a los corintios el apóstol nos habla de las maravillas que hace el Espíritu Santo, que, siendo un solo y mismo Espíritu, produce diversidad de dones en su pueblo:

«Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un mismo Espíritu y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos».

Verso aleluyático

Manifiesta el amor que Dios nos ha tenido al llamarnos por el evangelio para que compartamos la gloria de Jesús:

«Dios nos llamó por medio del evangelio para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo».

Evangelio

Posiblemente se trató de un momento difícil, para un pueblo pequeño como Caná de Galilea, al que llegaran muchos invitados; entre ellos, el grupo de los apóstoles con Jesús. Estuvieron en la fiesta y uno de los momentos importantes de la celebración era el beber vino generoso. Posiblemente, con tanta gente en la fiesta, faltó el vino y la Virgen María pronto lo descubrió.

Y dijo a su Hijo: «No les queda vino».

La respuesta de Jesús fue desconcertante:

«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora».

Parece negativa, pero su madre, que conoce el corazón de Jesús, actúa como si hubiera obtenido un sí por respuesta. Y dice a los sirvientes:

«Haced lo que Él os diga».

En este diálogo, aparentemente negativo, vemos la seguridad de la Madre que pide y del Hijo que no puede negarle nada. Y dice Él a los sirvientes que llenen de agua las seis tinajas de piedra, de cien litros cada una.

Las llenaron.

Realmente fue una cantidad muy abundante, tratándose de un pueblo pequeño, pero era el primer milagro que hacía Jesús y fue a petición de su Madre.

¡Seiscientos litros de vino generoso!, que hizo exclamar al maestresala:

«¡Todo el mundo pone el vino bueno y cuando ya están bebidos el peor! Tú, en cambio, has guardado el vino bueno» para el final.

Admiramos que este primer milagro de Jesús lo hace a petición de su Madre santísima; lo cual ha destacado siempre la Iglesia para ponderar la devoción a la Virgen María invitándonos a invocar su Perpetuo Socorro.

 


 

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