Por Rebeca Reynaud

La escasa formación presenta un peligro especial, precisamente ahora, en una sociedad en la que los católicos han perdido gran parte de su apoyo, y en donde la educación en otras áreas es avanzada. Si la educación religiosa se queda atrás en relación con la educación secular a nivel general, los cristianos están perdidos en la defensa de sus creencias. Van a sentirse impotentes cuando se enfrenten a un secularismo y a un relativismo tan extendidos en nuestra cultura.

Una anécdota con enjundia. El Dr. John Haas, presidente del Centro de Bioética Católica Nacional, se reunió con un conocido científico que está involucrado en la clonación humana. En el transcurso de esa reunión, el científico le dijo a Haas que la formación que había recibido de pequeño había sido protestante evangélica, pero que hubo un momento en “el que supe que tenía que decidirme entre la religión y la ciencia, y opté por la ciencia” La respuesta del doctor Haas fue, obviamente, “pero si no tiene que elegir…”. Y como buen evangelizador que es, comenzó a exponer las enseñanzas de Fides et Ratio. Una reunión de treinta minutos duró varias horas.

¿Qué pasaría si volviéramos a descubrir lo novedoso de nuestra fe y su poder para juzgar la cultura que nos rodea? ¡Menudo despertar tendría el “gigante dormido”! A san Juan Pablo II le gustaba repetir a los jóvenes: “si sois lo que deberíais ser —si vivís vuestro cristianismo sin condiciones—, encenderíais el mundo!”.

“Hasta hace poco, mi conocimiento del número y de la variedad de los grupos católicos organizados era relativamente limitado”, dice Mary Ann Glendon. «Fue a raíz de servir en el Consejo Pontificio de Laicos cuando he podido conocer grupos como Comunión y Liberación, la Comunidad de San Egidio, Foccolare, el Camino Neo-Catecumenal, Opus Dei y Regnum Christi, y conocer a muchos de sus dirigentes y de sus miembros». ¡Menudo contraste entre estos grupos que trabajan en armonía con la Iglesia y organizaciones que definen sus objetivos en términos de poder! No sorprende a nadie que cuanto más fieles y vibrantes son las grandes organizaciones laicales, más son atacadas por sus disidentes y aquellos que están en contra de los católicos. Pero los ataques no parecen importarles, ya que saben quiénes son y adónde van.

Cuestiones urgentes

  1. Promover la dignidad de cada persona. La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí. Habría que recordar que, lo que el hombre piensa de sí mismo depende de que exista Dios o no.
  2. Derecho a la vida. El aborto, la eutanasia, el homicidio, el genocidio y el suicidio, y cuanto viola la integridad de la persona, degradan la civilización humana y deshonran más a sus autores que a sus víctimas. Spaemann dice: Si pensamos en algunos problemas éticos contemporáneos, como la manipulación de embriones, la eutanasia o la eugenesia, podemos ver que de algún modo está detrás la meta de un mundo sin sufrimiento. El sufrimiento es sin duda algo negativo, pero ¿no perdemos algo específicamente humano cuando queremos eliminar el sufrimiento a toda costa? ¿Tiene sentido cifrar el valor de una vida en la ausencia de sufrimiento? Creo que cuando se pone el sentido de la vida en mantener alejado el sufrimiento, la vida se vuelve muy pobre. Por ejemplo, las penas de amor pueden ser un gran sufrimiento. Pero yo supongo que alguien que sabe un poco de la riqueza de la vida siempre preferirá sufrir por penas de amor que nunca haberse enamorado. Sufrir es a veces el precio que se debe pagar.
  3. La familia es el primer campo en el compromiso social. Y hablamos de familia en singular, ya que en ella se incluye la familia incompleta –la de la madre o el padre soltero-, y la familia que vive irregularidades por la ausencia de uno de los padres o de los dos. “Cuando hoy se dice que existen distintas opciones sexuales, se está desconociendo el hecho de que una de estas opciones es constitutiva para la existencia de la humanidad y la otra es una anomalía”, dice Spaemann.
  4. Los fieles laicos de ningún modo deben abdicar de la participación en la política; es decir, en la vida civil, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover institucionalmente el bien común. Todos somos destinatarios y protagonistas de la política. No porque no tenemos aquí ciudad permanente, vamos a desentendernos de las cuestiones políticas y temporales.
  5. Los fieles laicos han de estar presentes en la vida educativa, en los ambientes de investigación científica y técnica, en los lugares de creación artística y de reflexión humanista. El filósofo no sabe nada que el resto de las personas no sepa, pero él defiende el saber del hombre común y corriente en contra de los sofistas. Y mientras haya sofística tendrá que seguir habiendo filosofía
  6. Actualmente, el camino privilegiado para la creación y transmisión de la cultura son los medios de comunicación social. Urge que estén animados por la pasión de la verdad, la defensa de la libertad y del respeto a la persona y a su intimidad.

Y yo, ¿qué puedo hacer? Meter imaginación y cabeza, ser “un foco de iniciativas”, como decía el beato Álvaro del Portillo. Si vamos a dar una clase, cobrar (es parte de la secularidad). Si veo que algo está mal, escribir a las autoridades. Si algo sale muy bien, felicitar por teléfono o por escrito. Puedo cumplir ejemplarmente los deberes de ciudadano. Dios nos pedirá cuentas si no procuramos intervenir en las obras y en las decisiones humanas, de las que depende el presente y el futuro de la sociedad.

 
Imagen de Baruch Rabinowitz en Pixabay


 

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