Por Marta Morales
“Sean novios en el matrimonio”, les dijo el Papa Francisco a los matrimonios de Filipinas. Se puede entender que los casados han de vivir con la ilusión de verse cada día, de compartir preocupaciones y alegrías, y, sobre todo, de que siempre haya respeto mutuo. El respeto es la consideración de que alguien tiene valor por sí mismo, respeto por las opiniones y puntos de vista; consiste en valorar los intereses, las necesidades del otro individuo y por intimidad.
El Papa advierte que Dios nos llama a “reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias para protegerlas de cualquier daño”. Esto requiere de un análisis serio, personal y familiar.
Después de un matrimonio de casi veinte años, y de perder a la mujer que amaba, Gerald Rogers escribe estos consejos que desearía haber recibido:
- Nunca dejes de cortejar. Enamórate una y otra vez. El cambio vendrá y ustedes deben volver a elegirse mutuamente.
- Siempre ve lo mejor de ella; centra tu atención sólo en lo que amas, no en lo que te molesta.
- Nunca la culpes si te enojas, tu enojo proviene de una reacción dentro de ti. Si te sanas a ti mismo, ya no reaccionarás con enojo ante ella. A medida que seas fuerte y no la juzgues, ella confiará en ti y te abrirá su alma. Dale tiempo y atención. Trátala como si fuera tu cliente más valioso. Vas a cometer errores y ella también; trata de no agrandar las equivocaciones.
- Hay que quitarse las máscaras y ser transparentes. No somos perfectos. Aferrarse a los errores del pasado es como lanzar una pesada ancla sobre tu matrimonio. El perdón te librará. Corta el ancla y elige el amor.
Consolidar un matrimonio nunca es fácil, no se logra de la noche a la mañana, se logra al paso del tiempo. Hay grandes diferencias de caracteres y han de ser aceptadas, asimiladas y luego amadas por cada cónyuge. No es tarea fácil pero eso no quiere decir que sea imposible. Cada pareja atraviesa sus momentos de angustia en los que la noche oscura los arropa. Sólo el camino del amor y el servicio puede llegar a disolver cualquier situación difícil que se presente.
El matrimonio es un gran compromiso, requiere del trabajo de cada día. No se trata sólo de buscar ser feliz, sino de buscar la felicidad del otro en el mayor grado posible. Si se descuidan los detalles de cariño, hay fracturas. Se necesita perseverancia, comunicación, perdonar y pedir perdón.
El Papa Francisco insistió en la necesidad de tener proyectos, no sólo de progreso material, sino también de progreso cultural y espiritual. “Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar, la vida no crece, se pierde la esperanza. ¡Cuántas dificultades en la vida matrimonial se pueden solucionar si damos espacio a soñar! Es muy importante soñar el amor, ¡no dejen de ser nunca novios!”
En un gesto importante habló de que “existen colonizaciones ideológicas que quieren destruir la familia. No nacen del sueño de Dios, no nacen de la misión que él nos da. Vienen de fuera”. Esto hace pensar en el famoso imperialismo anticonceptivo promovido desde hace más de setenta años por algunas agencias de la ONU, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de los Estados Unidos.
El psiquiatra Juan Bautista Torelló explicaba que la gente tiene miedo al amor porque tiene miedo a las renuncias que exige el amor, y esta es una de las neurosis de nuestro tiempo: el miedo al amor, pero sólo el que ama se realiza como persona. El amor elimina las neurosis y los desequilibrios en la personalidad, típicos de nuestro tiempo.
En el encuentro “Familia y Comunidad cristiana”, Benedicto XVI explicó que:
“La cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta. No puede separarse de la pregunta siempre antigua y siempre nueva del hombre sobre sí mismo: ¿quién soy? Y esta pregunta, a su vez, no puede separarse del interrogante sobre Dios: ¿existe Dios? Y, ¿quién es Dios? ¿Cómo es verdaderamente su rostro? La respuesta de la Biblia a estas dos preguntas es unitaria y consecuencial: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica imagen de Dios: se hace semejante a Dios en la medida en que se convierte en alguien que ama” (7 julio 2005).
Los cónyuges asumen la responsabilidad pública de la fidelidad, que garantiza también el futuro para la comunidad. Ninguno de nosotros se pertenece exclusivamente a sí mismo, por tanto, cada uno está llamado a asumir en lo más íntimo de sí su propia responsabilidad pública. Y continúa Benedicto XVI:
“Las diferentes formas actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el «matrimonio a prueba», hasta el pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, son por el contrario expresiones de una libertad anárquica que se presenta erróneamente como auténtica liberación del hombre. Una pseudo-libertad así se basa en una banalización del cuerpo, que inevitablemente incluye la banalización del hombre. Su presupuesto es que el hombre puede hacer de sí lo que quiere: su cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable desde el punto de vista humano, que se puede utilizar como se quiere. El libertinaje, que se presenta como descubrimiento del cuerpo y de su valor, es en realidad un dualismo que hace despreciable el cuerpo, dejándolo por así decir fuera del auténtico ser y dignidad de la persona”.
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