Por P. Fernando Pascual

En general, se considera que un negacionista elabora argumentos para negar la existencia de ideas o datos considerados por casi todos como verdaderos.

Existen diversos tipos de negacionismo. Puede haber negacionismo respecto de la medicina: algunos no creen que una enfermedad sea tan grave como dicen los médicos, o que las vacunas para tal enfermedad no sean eficaces, o incluso que sean dañinas.

Puede haber negacionismo respecto de la historia: hay quienes defienden que no murieron muchos civiles en una guerra, cuando la historiografía considera que la mortandad de civiles fue muy elevada en ese conflicto.

Se pueden señalar otros negacionismos: sobre el “cambio climático”, sobre el sentido y valor de estructuras políticas internacionales, sobre alimentos considerados como malos (o como buenos), etc.

En general, se piensa que un negacionista suele “inventar” argumentos para ir en contra de lo que es visto como verdadero por una mayoría de la población o por quienes tienen el título de científicos o de expertos.

Además, se suele constatar que muchos negacionistas no admiten los argumentos que van en contra de sus ideas, y que los rechazan de modo sistemático, casi sin prestar la atención debida a lo que se les pueda explicar.

Frente al negacionismo puede surgir el antinegacionismo, que podemos describir como una actitud que lleva a contestar a los negacionistas, con dos objetivos muy sencillos: demostrar que están equivocados, y defender las tesis que los negacionistas no admiten.

Ocurre, sin embargo, que el antinegacionismo puede convertirse en negacionismo cuando adopta comportamientos típicos de los negacionistas.

¿Cuándo ocurre esto? Cuando un antinegacionista no escucha argumentos o datos que puedan ofrecerle los negacionistas, cuando se cierra en su punto de vista y considera automáticamente como equivocado todo lo que vaya en contra de sus tesis.

El negacionismo y el antinegacionismo negacionista incurren en un defecto común: buscan defender, a cualquier precio, sus respectivas tesis, hasta el punto de cerrar la mente a todo lo que pueda cuestionar sus posiciones.

Lo importante en cualquier debate, sobre todo si abordamos temas que implican tomar decisiones relevantes para la vida personal y comunitaria, es aprender a escuchar cualquier argumento (sea defendido por quien sea) que pueda aportar elementos novedosos y distintos de los considerados hasta ahora como verdaderos.

Solo cuando superamos, en discusiones que a veces se convierten en enfrentamientos inútiles, actitudes de cerrazón mental, es posible empezar a tener esa apertura interior que permite escuchar aquello que nos ofrezcan, unos y otros, en temas de importancia.

Normalmente, lo falso que afirmen unos (negacionistas) y otros (antinegacionistas) puede ser fácilmente confutable, siempre que exista una escucha adecuada y buena capacidad de análisis.

Lo verdadero, a su vez, merece ser acogido, lo diga quien lo diga (un negacionista o un antinegacionista), lo cual resulta beneficioso cuando hablamos de temas relativos a la salud, al ambiente en el que vivimos, a los modos de organizarnos en sociedad, y en tantos otros asuntos que nos interesan en vistas a promover una existencia humana más justa y más bella.

 


 

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