Reflexión homilética 2 de febrero de 2025
Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista
Podemos pensar que no tenemos que hacer nada en este mundo. Más todavía, a veces se nos ocurre perder el tiempo como el único fin de nuestra vida.
Pero no es así. Todos tenemos una misión importante que cumplir.
Jeremías
A él le dice Dios: «Antes de formarte en el vientre, te escogí».
Cada uno tiene una misión y Dios nos pide valentía para realizarla:
«No les tengas miedo que, si no, yo te meteré miedo de ellos.
Yo te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro… Frente a los reyes y príncipes de Judá.
Lucharán contra ti, pero no te podrán porque yo estoy contigo para librarte».
Qué bueno es que tengamos una misión puesta por Dios que conoce nuestras posibilidades y contamos con Él, siempre que actuemos en su nombre.
Sé valiente, Dios está contigo.
Salmo 70
El salmista cuenta con Dios y en Él encontrará siempre la fortaleza para luchar:
«A ti, Señor, me acojo. No quede yo derrotado para siempre. Tú que eres justo líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame».
Frente a las dificultades de la vida, fácilmente decimos y lo hacemos: «tirar la toalla».
Sin embargo, frente a todas las dificultades decimos:
«Sé tú mi roca de refugio, el baluarte donde me salve. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud».
Con el profeta Jeremías podemos decir:
«En el vientre materno ya me apoyaba en ti. En el seno tú me sostenías».
Contamos con todas las fuerzas de Dios para vencer el mal que podamos encontrar en el camino.
San Pablo
Como consejo, nos dice:
«Ambicionad los carismas mejores, y aún les voy a mostrar un camino excepcional.
Aunque hablará todos los idiomas y tuviera el don de profecía, conociendo todos los secretos, si repartiera en limosnas todos mis bienes… lo más importante de todo es el amor.
El amor es paciente, afable, no tiene envidia, no presume ni se engríe, no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal…
Disculpa sin límites, cree sin límites».
Aunque todo pase, nunca pasará el amor.
La fe, la esperanza, pasarán.
Pero lo más grande que no pasará nunca es el amor.
Verso aleluyático
Nos enseña así: El Señor me ha enviado a dar la buena nueva a los pobres, a anunciar la salvación a los cautivos y la libertad verdadera a todos.
Qué importante es sentirse libre y dedicarse a hacer libres a todos los que siguen a Dios.
Evangelio
El evangelio nos lleva otra vez a Nazaret. Recordemos que Jesús está en la sinagoga y, después de haber leído el texto de Isaías, proclama ante todos los vecinos de su pueblo:
«¡Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír!».
Es importante ver cómo se voltea totalmente la opinión de un pueblo, que al principio ha admirado a su paisano y ahora quiere apedrearlo y lo conduce fuera de la sinagoga para despeñarlo y arrojarle piedras encima.
Pero, «Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba».
Está claro que se cumplen sus palabras doloridas:
«Ningún profeta es bien mirado en su tierra».
Esto le duele mucho a los de Nazaret, sobre todo cuando Jesús los compara con el profeta Elías que solo hizo un milagro en favor de la viuda de Sarepta y a Eliseo que, aunque había muchos leprosos en su tiempo, solamente curó a Naamán el sirio.
De esta manera, Jesús pudo hacer muchos milagros en su pueblo, pero no los hizo por su falta de fe.