Por P. Fernando Pascual
Entre los textos del arzobispo Giovanni Battista Montini (que luego se convertiría en Pablo VI), encontramos una carta pastoral que subraya con pasión la existencia de una necesidad irrenunciable de cada ser humano: la necesidad de Cristo.
Lo necesitamos, porque existimos para amar. Lo necesitamos, porque el pecado nos amenaza continuamente. Lo necesitamos, porque, en cierto modo, también Él nos necesita.
La carta pastoral de monseñor Montini iniciaba así: “Y ahora os diré algo que todos sabemos ya, pero que nunca ponderamos lo suficiente en su importancia fundamental y en su inagotable fecundidad; y es esto: Jesucristo nos es necesario”.
A continuación, recogía un texto muy hermoso de san Ambrosio, texto que explicaba cómo Cristo satisface cualquier necesidad que anide en el corazón del hombre.
“Cristo lo es todo para nosotros. Si quieres curar una herida, Él es el médico; si estás ardiendo de fiebre, Él es la fuente; si estás oprimido por la injusticia, Él es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, Él es la fuerza; si tienes miedo a la muerte, Él es la vida; si deseas el cielo, Él es el camino; si estás en las tinieblas, Él es la luz” (San Ambrosio, De virginitate 16,99).
Tras desarrollar otras reflexiones sobre el tema, monseñor Montini ofrecía una hermosa oración a Jesucristo:
“Oh Cristo, nuestro único mediador, Tú eres necesario: para entrar en comunión con Dios Padre; para llegar a ser contigo, que eres el Hijo único y nuestro Señor, sus hijos adoptivos; para ser regenerados en el Espíritu Santo.
Tú nos eres necesario, oh nuestro único y verdadero maestro de las verdades ocultas e indispensables de la vida, para conocer nuestro ser y nuestro destino, y el camino para alcanzarlo.
Tú nos eres necesario, oh Redentor nuestro, para descubrir nuestra miseria y curarla; para tener el concepto del bien y del mal y la esperanza de la santidad; para deplorar nuestros pecados y tener su perdón”.
Luego Montini, lleno de confianza, se dirigía al Hijo de Dios e Hijo de María, del cual tanto necesitamos, con estas palabras:
“Te necesitamos, oh hermano primogénito del género humano, para redescubrir las verdaderas razones de la fraternidad entre los hombres, los fundamentos de la justicia, los tesoros de la caridad, el bien supremo de la paz.
Te necesitamos, oh gran paciente de nuestros dolores, para conocer el sentido del sufrimiento y darle un valor de expiación y de redención.
Te necesitamos, oh vencedor de la muerte, para liberarnos de la desesperación y de la negación y para tener certezas que no traicionen en lo eterno”.
La oración concluía con la mirada puesta en el encuentro definitivo, eterno, con nuestro Señor y nuestro Mesías:
“Te necesitamos, oh Cristo, oh Señor, oh Dios-con-nosotros, para aprender el verdadero amor y para caminar en la alegría y en la fuerza de tu caridad, a lo largo del camino de nuestra vía fatigosa, hasta el encuentro final contigo amado, contigo esperado, contigo bendito por siempre”.
(El texto aquí reproducido recoge partes de la carta pastoral del arzobispo G.B. Montini a la arquidiócesis de Milán para la Cuaresma de 1955, en “RDM”, 1955, pp. 45-50).