Encorvados por una carga
que a veces es visible, otras no,
avanzan por el barro, o arena del desierto,
inclinados, hambrientos,
hombres taciturnos con gruesos caftanes,
vestidos para las cuatro estaciones,
ancianas con caras llenas de arrugas
llevando algo, que no puede ser un bebé, una lámpara
(familiar), o quizá la última hogaza.
Esto puede ser Bosnia, hoy,
Polonia en septiembre del39, Francia
(ocho meses después), Turingia en el 45,
Somalia, Afganistán, Egipto.
Siempre ay un carro, o como mínimo un carretón
repleto de tesoros (colchas, tazas de plata,
y el aroma de casa que se evapora rápidamente),
un coche sin gasolina, abandonado en la cuneta,
un caballo (será traicionado), nieve, mucha nieve,
demasiada nieve, demasiado sol, demasiada lluvia,
y esta inclinación tan característica,
como hacia otro planeta mejor, un planeta
que tiene generales con menos ambición,
menos cañones, menos nieve, menos viento,
menos Historia (este planeta, por desgracia,
no existe, solo existe la inclinación).
Arrastrando las piernas
van despacio, muy despacio
al país de Ningún Sitio,
a la ciudad Nadie
en la orilla del río Nunca.
Adam Zagajewski
Poema incluido en “Tierra del Fuego”. Acantilado, 2004. Trd. del polaco de Xavier Farré.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de febrero de 2025 No. 1543