Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Vivimos momentos trágicos de confusiones y oscuridades. Políticas agresivas contra los hermanos migrantes; son personas cuya dignidad se pisotea, rebajadas a un número y a una ‘cosa’ molesta, sin atender a sus sufrimientos y sus penas. Estados fallidos por sus gobernantes coludidos con el narcotráfico. El mismo narcotráfico es un sistema que pone en peligro el futuro de los países. Las leyes a modo de estilo monocolor y autocrático. La falta de ética y de discernimiento en el uso de la IA (inteligencia artificial) y la abundancia de videos de youTub timadores, tramposos y mentirosos. El belicismo, el expansionismo y las luchas polares por el comercio global, y un largo etcétera en el elenco de problemas familiares, sociales, nacionales e internacionales.

Ante este panorama desolador y de densas tinieblas, necesitamos urgentemente la Luz y un Salvador (cf Lc 2, 21-35).

Jesús-Logos, es la Luz verdadera que viene a este mundo (Jn 1,9). Jesús mismo se proclama así mismo como la Luz del mundo, quien lo sigue no anda en tinieblas, sino tendrá la luz de la vida ( cf Jn 8, 12). En la Primera Carta de Juan la luz se concreta en el amor ‘el que ama a su hermano está en la luz’ (2, 9-11). En el rechazo están las tinieblas (cf Jn 1, 5).

El anciano Simeón se convierte en profeta; anciano paradigma del verdadero anciano que vive en la esperanza, como dice Martín Descalzo o como comenta Fulton J. Sheen: ‘Era como un centinela al que Dios hubiera enviado para vigilar la aparición de la luz. No era como anciano del que nos habla Horacio; no miraba hacia atrás, sino hacia adelante y no solo hacia el futuro de su propio pueblo, sino al futuro de todos los gentiles, de todas las tribus y naciones de la tierra. Un anciano que, en el ocaso de su vida, hablaba de la promesa de un nuevo día’.

El Niño que está en los brazos de Simeón, es el Salvador de todos los hombres. No solo el Mesías es para Israel, sino es el Mesías -Salvador -Luz de toda la humanidad; será en segundo lugar, gloria de Israel.

María y José recibirían con gran alegría este anuncio; pero enseguida la profecía toma un cariz doloroso: ‘será signo de contradicción y una espada de dolor traspasará tu alma’ (cf Lc 2,34-35). Para María Santísima,-comenta Max Thurian de Taizé, ‘esta Palabra viva de Dios, es su Hijo, toda su vida y su misión todo lo que él es y representa como Mesías, Hijo de Dios y Varón de Dolores’.  La Espada  es la Palabra de Dios que traspasa el alma de María, Madre de Jesús y de la Madre Iglesia, la comunidad de los creyentes probados. Esta Palabra-Espada de dolor, será la Cruz del Hijo, que cargará la Madre. Los dolores del Hijo, son los dolores de su Madre.

En la luz de este Niño, vemos nuestra propia luz. Por eso, a la luz de una candela, tengo que proclamar ‘El Señor es mi luz y mi salvación, el Señor es la defensa de mi vida. ¿Quién me hará temblar? (Salmo 27, 1).

Imagen de _O_A_N_A_ en Pixabay


 

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