Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Solo el que ama sabe en verdad lo que es el gozo. El gozo en la Trinidad es el Espíritu Santo. La luz es el gozo. El enemigo del gozo no es el sufrimiento, sino el egoísmo y la ambición.
La autoafirmación, la autorreferencia, las falsas diversiones, el consumismo, los paraísos de las drogas, expresan realdades dramáticas en las cuales se encuentran inmersos ciertas personas. Son personas heridas de la vida y huérfanos de la alegría.
A la Virgen Santísima se le dirige el saludo ‘alégrate María llena de Gracia, el Señor es contigo’. Este el sentido auténtico de la Navidad. ‘Dios está cerca’ y por eso ‘alégrense en el Señor’.
El secreto de la verdadera alegría no consiste en tener muchas cosas, sino en sentirse amado por el Señor. Es lo esencial, sentirse amado y amar. Este es el misterio del amor de Dios: el amor de nuestra existencia personal, familiar y comunitaria.
Por eso hay que enfrentarse a la propia vida. San Juan Bautista tiene un planteamiento claro y sencillo; la invitación a ser solidarios y fraternos; a no enriquecerse injustamente a costa de los demás, a no abusar del poder y de la fuerza (cf Lc 3, 10-18).
No palabrerías sino compartir con los necesitados. El desear, anhelar y realizar una vida más justa, digna y fraterna.
Es necesario abrir los ojos de nuestro corazón para descubrir a la tercera parte de la humanidad que padece hambre y pobreza, ante las bravuconadas de los que exhalan prepotencia y un bienestar burgués de complacencia y seguridad, ajenos a lo verdaderamente humano.
Lo cristiano en verdad es atender a la solidaridad de los pobres, a la compasión de los migrantes y a la justicia, no la propaganda de asistir a la reinauguración de la Catedral de ‘Notre Dame’. Porque se puede ser cautivo de una religión burguesa ( cf Metz), que no es la postura del Cristo de los Evangelios y del Cristo de los santos y de la Iglesia.
Hoy más que nunca estamos al tanto de nuestras necesidades y miserias e injusticias. Conocemos el nivel de la deshumanización, más que nunca, por los medios de comunicación social. Conocemos nuestra propia verdad. Muchos políticos siguen fieles y devotos a su ideología falsa y no atienden en verdad a los necesitados; políticas mentirosas, porque importan más los proyectos faraónicos del pasado, que comprenden un perenne fracaso.
Hoy conocemos mejor que nunca las injusticias, las miserias y los abusos que en otros tiempos. Pero nos invade la sensación de impotencia.
El poder que silencia, el poder que impone su verdad, el poder autocrático que hace las leyes a modo y jueces sumisos al dictado del ungido o la ungida por la narrativa tramposa de los electos por una línea deshumanizada y falsamente humanista.
Más allá de las discusiones políticas y sociales, en lo personal, hemos de convertirnos para atender las raíces de las injusticias. Qué puedo hacer, cómo en verdad me convierto, cómo me libero de ser el cliente por beneficios de un voto que políticamente me esclaviza, cómo me libero del engranaje impersonal de ser un número de las estadísticas de los pobres y beneficiados.
La auténtica democracia es donde hay una efectiva división de poderes y donde los ciudadanos están bien instruidos y son conscientes de sus derechos objetivos; y no que un partido nos manipule con una ideología trasnochada y dictatorial.
Con Juan el Bautista para la conversión y la preparación del camino para recibir al Mesías, simplemente: ‘el que tenga dos túnicas que dé una, a quien no tiene y el que tiene que comer que haga lo mismo’.
Más allá del bienestar material, la vida civilizada debe busca el bienestar de la mayoría y el respeto a dignidad de todas las personas. Este es el progreso. Lejos de los engaños de los discursos, políticamente correctos, ayunos de realidad y de un gran horizonte de humanidad.
El gozo es fruto del amor auténtico, solidario y generoso; lo demás son palabras que se lleva el viento.
El pesebre, es mi corazón de pobre, que enriquece al Niño de Belén, quien busca el abismo de la nada para ser el todo. Este es el amor que genera el gozo del alma.