La defensa de la vida en todos los niveles diferencia a los animales de los seres humanos
Por Manuel Gracián Barrera*
La vida humana, don De Dios, inicia en la fecundación. La fecundación humana es un proceso en el cual el espermatozoide y el óvulo se encuentran, se activan, se funde el material genético de cada uno, y aparece una nueva vida. El óvulo fecundado deja de ser una simple célula y se convierte en el cuerpo del hijo (o hija) en su estado más sencillo: el cigoto. La aparición del cigoto humano indica el término del proceso de fecundación: por tanto, la concepción de un nuevo ser humano.
El cigoto es un cuerpo humano es fase primordial. Posee todas las potencialidades y características de un ser humano. Está polarizado y tiene en su diseño los ejes corporales con una distribución asimétrica de sus elementos.
Siguiendo un plano perfectamente trazado se divide en un embrión de dos células (embrión bicelular), diferentes entre si y diferentes al propio cigoto. Luego se transformará en embrión de tres, cuatro, ocho células en su tercer día de vida. Ya desde la formación del cigoto aparece en escena el mensaje genético que contiene el genoma que ha heredado: el encendido de una nueva vida humana.
El embrión humano necesita cinco días para viajar desde las trompas uterinas cercanas al ovario donde es concebido, hasta llegar al lugar preparado en el útero materno. La implantación comienza en el día seis y se completa el proceso de anidación hasta el día catorce. Ya para el día quince el embrión, embebido en el seno materno, posee su plano corporal completo: el lugar que ocupará la cabeza, el corazón y los pies.
Es necesario conocer el criterio biológico nítido, que no deje lugar a dudas, acerca de la diferencia real entre células humanas vivas en multiplicación—materia viva—y un embrión—viviente individual.
Datos muy recientes de la ciencia biológica actual permiten distinguir la presencia de una dotación genética completa en la célula ovulo; del proceso de armonización de todos los componentes celulares; y el inicio de un ser humano. ¡Es imposible confundir un embrión humano con un puñado de células! El cigoto humano real, que comienza un desarrollo verdadero, es un embrión humano; ya engendrado, lo es con independencia del destino que los jueces le deparen.
¿Castigar a la mujer que aborta?
¿Debe castigar la ley a una mujer que procura un aborto? ¿o debe el Estado facilitar la interrupción de la vida intrauterina en gestación? Muchas controversias…
La legislación que penaliza el aborto es una legislación bárbara. Es difícil saber qué culpabilidad pueda tener una mujer que intenta interrumpir su embarazo. Ante un caso concreto, el gobierno, el Estado, las iglesias tendrían que acogerla con gran respeto y consideración; sostener su esperanza; ayudarla a resolver sus dificultades personales y socioeconómicas. ¡No es posible hacer un pronunciamiento en abstracto!
Autorizar legalmente el derecho a interrumpir el embarazo en los primeros días de gestación es condenable. Justificar por decreto un procedimiento, biológica y moralmente decadente, con el pretexto de actualizar la legislación, es un signo de perversión del Estado; revela la enajenación de la clase gobernante de una sociedad, que se dice sana.
Unos–como muchos diputados y senadores–promueven la destrucción de la vida humana en gestación; otros, los jueces constitucionales, irresolutos para dictar sentencias justas que pudieran parecer impopulares; y los responsables de la conducción del Estado, tácticas dilatorias y tibieza, mientras otros deciden. Verdugos celestinos ante la muerte por decreto.
Y en tanto los jueces constitucionales dictan sentencia sobre la incontrovertible inconstitucionalidad de una ley homicida, son ya miles de muertes de niños o niñas, menores de 12 semanas de vida intrauterina provocadas en el ambiente higiénico y climatizado de un quirófano, quizá́ bajo los acordes de El Huapango de Moncayo, por verdugos voluntarios que estudiaron Medicina.
En la ciudad de México del 26 de abril de 2007 hasta la fecha se han cometido cientos de miles de asesinatos en el claustro materno.
La juridicidad no la crea el poder político ni la sociedad; dimana del ser humano. Fundir juridicidad y legalidad es hacer tabla rasa de la dignidad del hombre y la mujer. La prepotencia partidaria, federal o estatal, no tiene cabida en el derecho.
Muchos juristas han colocado la ciencia del derecho en la tesitura de dar validez a los atentados contra el ser humano más indefenso—el del claustro materno, de donde todos provenimos—con tal que revista el ropaje formal de ley. No a las leyes infames. No a los legisladores homicidas, verdugos voluntarios. No somos ratas humanas.
Defendamos la vida en todos sus niveles, desde su inicio en el claustro materno hasta el final de su tiempo natural.
*Director Fundador de la Facultad de Medicina y Director fundador del Centro de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Auónoma de Campeche (México)