Por Cecilia Galatolo

Nuestra sociedad parece haber perdido, en parte, una sensibilidad prenatal. A veces, falta la percepción de que las experiencias vividas en el vientre ya son significativas y condicionan el futuro de un ser humano.

El vientre materno no es un «lugar neutro», no es un simple «envoltorio», ni es frío e impersonal como una máquina de producción: es el lugar, exquisitamente humano, donde la vida se origina y se plasma a través de una relación.

Es allí donde comenzamos a existir e interactuar. Sentimos que estamos envueltos por el cuerpo de la mamá y lo que ocurre en esa «cuna» importa tanto como lo que ocurrirá «afuera».

La inversión afectiva primaria

«Preocupación materna primaria o sintonización afectiva»: es una expresión con la que el Dr. Winnicott describe la relación que se establece entre madre e hijo, o madre e hija, cuando el bebé aún está en el útero.

La relación entre una mamá y su bebé no comienza después del nacimiento. Si una mujer descubre que está embarazada, desde los primeros días de gestación –incluso antes de que se puedan sentir los movimientos del feto– ella comienza a percibir que no está sola.

Los cambios hormonales van acompañados de cambios físicos y psicológicos. No solo a esa nueva criatura la mujer comienza a dedicar la mayor parte de sus pensamientos, acompañados de miedos, expectativas y quizás angustias, sino que todo su ser se prepara, quizás al principio casi imperceptiblemente, para acoger la vida.

La gestación, por lo tanto, no es solo el tiempo en que un niño se desarrolla y crece, para luego venir al mundo; también es el tiempo en que una mujer se descubre madre.

El uso de la voz durante el embarazo

Un aspecto importantísimo es fomentar, ya durante el embarazo, la sintonización emocional, estableciendo una verdadera «comunicación», gracias al uso de la voz.

Está demostrado que hablarle al feto establece y conserva una conexión fuerte entre madre e hijo. En este caso, también entre padre e hijo: el hombre también puede hablar con su hijo, que lo escucha, a través del vientre de la mujer.

No debemos olvidar que en el vientre materno se viven algunas de las experiencias más arcaicas del «Sí mismo» (Rispoli, 2004). Es en el útero, por ejemplo, donde experimentamos el contener, que deja impreso en nosotros el deseo de cuidado, de protección, por el resto de la vida.

El recién nacido llora en el idioma de sus padres

Es curioso que los llantos de los recién nacidos no sean «todos iguales» como podríamos pensar. Cuando aún está en el vientre, el pequeño comienza a familiarizarse con el idioma hablado por sus padres. Ya es capaz de distinguir entre los sonidos y ruidos, por un lado, y las palabras, por el otro. Cuando nace, su entonación, en el llanto, se asemeja a la del idioma hablado por sus padres o por aquellos que le hablaban cuando estaba en el vientre.

Esto significa que el bebé nos escucha con atención, incluso antes de nacer: por eso es importante hablarle al pequeño con dulzura, por eso también se puede leerle algo o cantarle canciones.

Ciertamente, la comunicación más íntima, aquella que el bebé percibe como la más reconfortante y familiar, es la que tiene con su mamá: es con ella con quien vive su primera relación verdadera y, incluso después del nacimiento, la voz materna sigue teniendo efectos positivos, incluso curativos.

La voz materna, de hecho, tiene un impacto decisivo en el desarrollo del cerebro (Fifer W.P., Moon C.M., 1994) y la ausencia de la voz materna puede comprometer no solo el desarrollo del sistema auditivo y la capacidad de escuchar, sino que puede provocar alteraciones del sistema nervioso central (Galvani, 2019).

«Motherese»: cómo los recién nacidos entienden que la mamá los ama

El «motherese» (lenguajes, sonidos, palabras, maneras de comunicarse que la mamá solo tiene con su bebé) es importante, obviamente, también después del nacimiento.

El niño no solo necesita ser alimentado, cambiado, lavado. Necesita contacto, palabras afectuosas, ser mirado y reconocido… y necesita en particular que todo esto sea hecho por la única persona a la que siente que pertenece, ya que por ella ha sido llevado en el vientre. La mamá tiene un papel central, en ayudar al niño a acostumbrarse a la vida extrauterina. Sus palabras, sus caricias, son fuente de seguridad. El momento de la lactancia, en particular, es muy importante en este sentido.

Por eso se aconseja a las madres no hacer otra cosa mientras amamantan: mejor dejar el celular, apagar la televisión, y dejar los libros en la mesita de noche. El niño necesita saber que la mamá está allí para él. Recordemos que es precisamente en los primeros tres años de vida, aquellos de los que nunca recordaremos nada, cuando se ponen las bases para la futura personalidad.

* Artículo tomado del blog Family and Media / 19 febrero 2025

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de marzo de 2025 No. 1547

 


 

Por favor, síguenos y comparte: