Por P. Fernando Pascual

En el pasado, y también en nuestros días, algunos gobernantes han buscado interferir en asuntos religiosos, incluso con órdenes que van contra el respeto a la libertad de conciencia.

En el siglo XIX, John Henry Newman, en su famosa “Carta al Duque de Norfolk”, abordó este tema. En la carta Newman imagina a un Parlamento que emana una ley en la que se obliga a los católicos a participar en servicios litúrgicos de los protestantes.

Como resulta fácil de suponer, el Papa ordenaría a los católicos que no obedeciesen tal ley. A continuación, Newman añade estas líneas:

“Digo sin ambages que si el Estado me exige hacer en una cuestión de culto lo que el Papa me prohíbe, he de obedecer al Papa, y no pensar que cometo un pecado si uso todo mi poder e influencia como ciudadano para impedir que esa ley se vote, o para abrogarla si ya se hubiera votado y promulgado”.

El principio, en su esencia, ha sido vivido durante siglos por los católicos, dispuestos a obedecer antes a Dios que al César, incluso a riesgo de morir como mártires.

Por desgracia, en nuestros días no faltan gobiernos o grupos de presión que quieren obligar a los católicos a someterse a leyes que permiten el aborto, o les piden que admitan el así mal llamado matrimonio paritario, o que den acceso a la comunión eucarística a quienes viven contra la ley de Dios.

La Iglesia no puede aceptar normas que vayan contra la ley de Dios y contra la justicia. Cualquier injerencia de las autoridades contra los principios católicos debe ser rechazada con todos los medios adecuados.

Sabemos, por la historia, que algunos gobernantes han amenazado, perseguido, incluso martirizado, a miles de católicos que fueron fieles a su conciencia y no se sometieron a órdenes que iban contra su fe.

La fidelidad de esos católicos, hasta llegar al gesto heroico del martirio, testimonia la existencia de valores que están por encima de la voluntad de poder de algunos gobernantes.

Ese gesto heroico, lo sabemos, solo es posible con la ayuda de la gracia. Desde la asistencia divina, el católico obedece al Papa y a los Obispos en lo que se refiere a la fe y a la vida moral, incluso cuando llega el momento de oponerse a leyes inicuas.

Newman lo comprendió con fuerza en su “Carta al Duque de Norfolk”, una carta que merece ser recordada para reaccionar ante cualquier decisión de las autoridades que vaya contra la conciencia de los católicos.

Imagen de Bruno en Pixabay

 

 


 

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