Por Rebeca Reynaud
Por eutanasia se entiende una acción u omisión que por sí misma busca la muerte en orden a eliminar el sufrimiento de un enfermo. Nadie elige nacer o morir. La vida misma es el límite a nuestra autonomía. Si nadie se da la vida y nadie puede elegir no morir, no tiene sentido tomar la autonomía –el derecho a elegir- como un valor superior a la vida. La eutanasia es una falsa muerte, es más, es una perversión de la misericordia. Los verdaderos derechos humanos son para promover la vida y la libre voluntad. Ser humano y ser bueno son la fuente y la cumbre de los derechos humanos universales. El ser y el bien son el alfa y el omega de los derechos humanos. El ser y el bien son la esencia de la vida (Janet Holl Madigan, Universidad de Maryland, College Park).
El gran problema de los materialistas es el problema de la muerte. Quien vive bien muere bien. Si se es materialista, ¿qué sentido tiene una vida llena de enfermedades? La filosofía de la muerte, tal como la explica el cristianismo, es la puerta de la vida a la Vida.
La conciencia es como un juez, si el juez no conoce la ley, actúa mal. La dignidad humana radica en la fidelidad a una conciencia bien formada. No soy dueño de mi vida, no me la he dado yo.
Una sociedad avanzada es la que logra evitar la soledad de los ancianos, la que cuenta con médicos que saben cuidar cuando ya no pueden curar, la que ofrece los cuidados para dominar el dolor. En cambio, legalizar la eutanasia es una declaración de derrota social. A veces, bajo la justificación de que el dolor del paciente es insoportable, ¿no se esconde más bien la incapacidad de los «sanos» de acompañar al moribundo en la prueba de su sufrimiento, de dar sentido al dolor humano? El tema de la eutanasia no es tanto el sufrimiento del enfermo, sino el sufrimiento del que lo cuida y ayuda. Hoy día no se quiere sufrir.
Una de las supersticiones modernas es creer que basta hacer una ley para zanjar un problema. Sólo se encontrarán soluciones razonables si están guiadas por el deseo de dar al enfermo un ambiente humano para que pueda afrontar el dolor y la muerte. Frente al problema del fin de una vida, la eutanasia es la salida falsa. Si los pacientes están bien atendidos, la eutanasia no se plantea. Los pacientes quieren vivir, pero no quieren sufrir.
Donde hay vida, hay dignidad y donde hay dignidad hay derecho.
Es una mentira decir: “No te odio a ti sólo a tu vida”. Por el contrario, la compasión nos une con el que sufre y con el pensamiento de que puede pensar que no vale. Su vida no es un mal. La eutanasia es un pedido de auto negación.
El desprecio hacia la persona es intrínseco a la eutanasia. Cuando el ser humano no advierte ya el valor trascendente de persona, no le queda sino sentirse una cosa. La mera opción de la muerte voluntaria rebaja la dignidad humana. La mera posibilidad de la eutanasia le pone a la vida un precio o un desprecio. Cada individuo debe de aprender a dar valor a sus sufrimientos. No hay un sufrientómetro. ¡Cuantas personas ven en esa etapa de dolor, el tesoro más grande de su vida!
No se legisla la eutanasia en Holanda, sólo se despenaliza. Según un informe encargado por el gobierno, se vio que hubo mil casos en los que la eutanasia se realizó sin consentimiento explícito del enfermo. Además, la ley no requiere que el enfermo sea terminal por eso, enfermos que han sido maltratados pueden ser candidatos a la eutanasia.
En octubre del 2022, se hizo una votación entre 500 diputados mexicanos y sólo 12 aceptaron la eutanasia.
La alternativa para la eutanasia es cuidar con amor y adecuadamente a los moribundos. Una vez que el paciente se siente bienvenido y no una carga para los otros, una vez que su dolor ha podido ser controlado y se ha aliviado dándole un sentido, entonces el clamor por la eutanasia desaparece. La misión del médico es curar, cuidar, consolar. Nos podríamos preguntar: Las personas del sector salud, ¿están preparadas para eso?
Los familiares del enfermo, ¿conocen los cuidados paliativos?
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