Así despedimos a un pastor que marcó la historia de la Iglesia con su amor, su cercanía y su incansable llamado a la misericordia.

Por María Claudia Arboleda – CatholikLink

El Papa Francisco nos deja un testimonio vivo de fe, de entrega y de servicio… su muerte nos duele, pero nos impulsa a seguir adelante, a continuar el camino que nos mostró, a vivir nuestra fe con alegría y valentía. Sin miedo a la ternura, sin miedo al encuentro, sin miedo a abrir las puertas de nuestro corazón y de nuestra Iglesia.

Francisco nos enseñó a amar, nos sacudió de nuestras comodidades y nos movió de nuestros asientos para recordarnos que el Evangelio no se vive en la comodidad, sino en la salida, en la entrega y en la cercanía con quienes más sufren. Nos mostró que la fe no es una teoría abstracta, sino un testimonio vivo que debe transformarnos y llevarnos a transformar el mundo.

Nos hizo mirar al hermano caído con nuevos ojos, con los ojos de Cristo, y nos recordó que la Iglesia no puede ser un club exclusivo ni un museo de tradiciones vacías, sino una casa abierta para todos.

1. Una Iglesia de puertas abiertas

El Papa Francisco insistió en que la Iglesia debe ser un hogar para todos, no solo para unos pocos. Desde el primer momento, nos llamó a abrir las puertas, a salir a las periferias, a acoger sin miedo ni prejuicio a todo aquel que busque a Dios. En Fratelli Tutti, nos recordó que la fraternidad no es una opción secundaria, sino el corazón del Evangelio. Nos enseñó que nuestra misión no es juzgar desde la distancia, sino acercarnos, escuchar, acompañar y amar.

Con cariño, nos sacó de la mentalidad de una Iglesia encerrada en sí misma, de puertas cerradas y miradas frías. Hizo una advertencia contra el fariseísmo moderno, contra la tentación de sentirnos superiores a los demás, y nos invitó a ser más humanos, más compasivos, más hermanos. Nos mostró que el verdadero cristiano es aquel que se ensucia las manos, que sale al encuentro del necesitado y que vive el Evangelio con hechos, no solo con palabras.

2. El amor de Dios que nos restaura

Francisco nos enseñó que Dios es un Dios que ama sin cansancio, sin condiciones y sin reservas. En Dilexit Nos nos recordó que el Corazón de Jesús es el lugar donde podemos encontrar la paz, la sanación y nuestra verdadera identidad. Nos habló de un Dios que no se cansa de perdonar, que nos espera siempre con los brazos abiertos, que nos llama por nuestro nombre y no por nuestras heridas.

Así, nos invitó a volver al amor primordial, a reencontrarnos con la ternura de Dios. Nos mostró que la dureza de corazón no tiene cabida en el Reino de Dios y que el verdadero camino cristiano es el de la compasión.

Finalmente, nos dejó claro que la conversión no es una cuestión de normas, sino de transformación interior, de dejarse abrazar por el amor inagotable de Dios.

3. El cuidado de nuestra casa común

El Papa de la ternura no solo nos enseñó a cuidar a nuestros hermanos, sino también a cuidar el mundo que Dios nos ha dado. En Laudato Si’ y Laudate Deum nos hizo ver que la crisis ambiental no es solo una crisis ecológica, sino también una crisis espiritual.

Nos llamó a salir de la indiferencia. A tomar en serio nuestra responsabilidad de proteger la creación, a reconocer que el mundo no nos pertenece, sino que es un don que debemos cuidar con amor.

Él nos mostró que el descuido de la naturaleza es reflejo de un corazón insensible. De una sociedad que ha perdido la capacidad de asombrarse y de agradecer. Nos recordó que la belleza del mundo es un reflejo de la belleza de Dios.

Cuidar la creación es un acto de amor y justicia. Especialmente hacia los más pobres, quienes sufren más las consecuencias del deterioro ambiental.

4. Un mensaje para los jóvenes

Francisco también tuvo una palabra especial para los jóvenes. En Christus Vivit les recordó que la Iglesia los necesita, que su alegría y su creatividad son fundamentales para el futuro del mundo y de la fe. Les pidió que no se conformen con una vida mediocre, que no dejen que les roben la esperanza, que vivan con pasión y valentía.

Nos enseñó a todos a mantener un corazón joven, un corazón abierto al Espíritu, dispuesto a soñar y a luchar por un mundo mejor. Nos desafió a no caer en la rutina, a no acomodarnos. A seguir caminando, a seguir buscando, a seguir creyendo que el amor de Dios lo transforma todo.

5. La ternura como revolución

Para Francisco, la ternura no fue un detalle menor, sino el centro del mensaje cristiano. Nos enseñó que la ternura es la fuerza más grande del amor, la clave para sanar el mundo. Nos desafió a ser una Iglesia de ternura, una Iglesia que abrace, acoja y sane. Y nos mostró que la dureza no es virtud, que la rigidez no equivale a fidelidad. El amor de Dios es más grande que nuestras estructuras y que el Evangelio no puede encerrarse en normas sin alma.

Nos dejó el desafío de seguir construyendo una Iglesia con los brazos abiertos, una Iglesia más humana, compasiva y reflejo de Cristo. También nos encomendó la tarea de continuar su camino. De seguir anunciando con alegría y sin miedo que Dios es amor, que Dios está vivo y que nos llama a amar sin límites.

Un pensamiento final tras la muerte del Papa Francisco

Despedimos al Papa Francisco con gratitud y amor, con la certeza de que, tras su muerte, su legado seguirá vivo en cada corazón que se deje tocar por la ternura de Dios. Su voz seguirá resonando en las comunidades cristianas que opten por la misericordia en lugar de la rigidez, en cada puerta que se abra para recibir al necesitado, en cada abrazo sincero que cure una herida.

Su pontificado nos recordó que la Iglesia no es una institución cerrada, sino un hogar de puertas abiertas; que el Evangelio no es una teoría, sino una vida entregada; que el cristianismo no es un conjunto de normas, sino una historia de amor. Que Dios nos ama con locura y nos llama a hacer lo mismo.

Rezo a Dios por que su testimonio nos impulse a seguir caminando. A seguir construyendo la Iglesia de la ternura, del encuentro y del amor sin límites. Que su vida sea semilla de una nueva primavera para la fe, y que su recuerdo nos haga más hermanos, más humanos, más de Dios.

Gracias, Papa Francisco. Gracias por enseñarnos a amar sin miedo. Descansa en la paz del Padre.

 

Publicado en catholic-link.com


 

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