Por Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano
«Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.» — Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 27
En estos momentos de profunda reflexión para la Iglesia universal, el legado del Papa Francisco permanece como luz que guía nuestro camino. Su pontificado nos deja la tarea urgente de construir una Iglesia en salida, cercana a los que sufren y marginados de nuestra sociedad. La Iglesia en México está llamada a continuar su obra de misericordia y reconciliación, promoviendo el diálogo fraterno, la construcción de la paz y el cuidado de nuestra casa común. En un mundo dividido por conflictos y violencias, su constante llamado a ser artesanos de paz resuena hoy con mayor fuerza en nuestros corazones y nos compromete a trabajar incansablemente por una sociedad más justa y fraterna.
El Papa Francisco nos invitó constantemente a ser una Iglesia sinodal que escucha a todos, especialmente a los pobres y excluidos. Hoy, ante su partida a la Casa del Padre, renovamos nuestro compromiso de caminar juntos para seguir construyendo comunidades de fe viva y esperanza renovada, donde la misericordia sea el centro de nuestra acción pastoral y donde el Evangelio sea anunciado con el fervor y la autenticidad que caracterizaron su ministerio petrino.
Que su legado de amor preferencial por los pobres, su defensa de la dignidad humana desde la concepción hasta la muerte natural, y su profunda devoción a la Virgen de Guadalupe, a quien visitó con particular afecto en nuestro suelo patrio, sigan inspirando nuestra labor pastoral. Como él mismo lo manifestó ante nuestra Morenita del Tepeyac, confiamos a ella el camino de la Iglesia en México y en toda América Latina, sabiendo que bajo su manto maternal encontraremos consuelo y fortaleza.
Ante los complejos desafíos que enfrenta nuestra humanidad en el ámbito político, económico y social, el Papa Francisco nos ha dejado luces claras para navegar con esperanza. Su exhortación Evangelii Gaudium nos invita a recuperar la frescura del Evangelio aun en medio de las tormentas globales que se avecinan. Con su ejemplo, hemos aprendido que los sistemas económicos deben estar al servicio de la dignidad humana y que la política ha de ser una de las formas más altas de la caridad. Siguiendo sus enseñanzas, estamos llamados a remar mar adentro con valentía, anunciando la alegría del Evangelio como antídoto frente al individualismo, la indiferencia y el descarte. El verdadero desarrollo integral que él promovió incansablemente será nuestra brújula para construir un mundo donde nadie quede excluido del banquete de la vida.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de abril de 2025 No. 1555