Reflexión para el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, ciclo C (San Lucas 22,14–23,56): En este Año Jubilar de la Esperanza, el Evangelio de la Pasión nos invita a vivir de manera concreta esta esperanza, y podríamos preguntarnos: ¿Cómo podemos responder al amor de Cristo?
Por Héctor López Alvarado, obispo auxiliar de Guadalajara – México, y presidente de CEPCOM
Desde que iniciamos nuestro itinerario cuaresmal, caminamos juntos en la esperanza, conforme nos ha invitado el Papa Francisco en su mensaje para esta Cuaresma 2025, acercándonos al amor misericordioso de Dios, que nos llama a confiar en su gran promesa: la vida eterna, y así hemos llegado al Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, un momento crucial que da inicio a los instantes más profundos de la Semana Santa, aquellos que nos llevan a contemplar la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y la liturgia de hoy, nos pone ante dos escenas: la solemne entrada de Jesús en Jerusalén, y su Pasión, que nos conduce directamente al corazón del Misterio Pascual. Este camino de la cruz es un camino que nos invita a vivir con esperanza, pues sabemos que la cruz de Cristo es nuestra salvación.
Clave de lectura
El Evangelio de este domingo, tomado de San Lucas 22, 14 – 23, 56, es un relato muy extenso y dramático. Es un texto denso, pero también profundamente luminoso, que nos ayuda a profundizar en el amor misericordioso de Cristo, que ofrece su vida por nosotros. Y San Lucas nos presenta la Pasión de Cristo poniendo un énfasis particular en su misericordia. A lo largo de los momentos más dolorosos de su sufrimiento, Jesús no deja de preocuparse por los demás, de perdonar y de orar por aquellos que lo hieren. Esta es la clave para entender el profundo mensaje que nos deja la narración de la Pasión: el sufrimiento no es un fin en sí mismo, sino un medio a través del cual Jesús nos abre las puertas de la salvación. Y así nos adentramos en esta Semana Santa.
Veamos nuestra realidad
Vivimos en una sociedad que huye del dolor y del sufrimiento, y que constantemente busca la comodidad. La ideología del bienestar promueve un mundo donde lo más importante es el placer inmediato, el confort personal y la ausencia de dolor. Esta búsqueda de comodidad nos lleva a la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Muchas veces, cuando vemos a alguien sufrir, tendemos a apartarnos, ya sea porque no sabemos cómo ayudar o porque simplemente nos incomoda ver el dolor de los demás. Por otra parte, cuando alguien experimenta sufrimiento, ya sea físico, emocional o incluso espiritual, puede sentirse frustrado, incomprendido o incluso rechazar rotundamente su dolor. Sin embargo, la Pasión de nuestro Señor Jesucristo nos desafía a mirar el sufrimiento desde otra perspectiva. No se trata solo de sentir tristeza por lo que Jesús sufrió, sino de dejar que ese sufrimiento nos desafíe a vivir de manera diferente, y nos impulse a abrazar nuestra propia cruz con esperanza y ser más solidarios con los que sufren, siendo portadores de esperanza en medio del dolor y la dificultad.
¿Cómo ilumina nuestra realidad la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia?
Y precisamente, la narración de la Pasión del Señor, que nos ofrece San Lucas en su Evangelio, nos presenta a Jesús, que acepta libremente el sufrimiento, con el propósito de redimirnos. Jesús no evitó el dolor, sino que lo abrazó con un amor profundo, confiando plenamente en el plan salvífico de Dios Padre, como bien señala el numeral 609 del Catecismo de la Iglesia Católica, en que se afirma que: Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar:
«Nadie me quita [la vida]; yo la doy voluntariamente» (Jn 10, 18). De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4-6; Mt 26, 53).
Por eso, en el momento de la cruz, Jesús se hace cercano a nosotros, transformando su sufrimiento en una oración de entrega, de tal manera que, al contemplar su sufrimiento, nos hace un fuerte llamado a reconocer que el dolor no es inútil; al contrario, el sufrimiento, cuando se vive con fe y esperanza, puede ser un medio de transformación y de redención, y Jesús nos muestra que el sufrimiento tiene un propósito más grande que nuestra comodidad: es un medio para acercarnos a Dios y redimirnos. Es en el sufrimiento de Jesús donde se manifiesta el amor más grande, y este amor nos invita a abrazar nuestras propias dificultades, buscando redimirlas unidos con Él.
En una sociedad tan centrada en su propio bienestar, la narración de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, también nos invita a salir de nosotros mismos y a mirar a los demás, y nos llama a imitar su amor generoso, ya que, Jesús al entregar su vida por nosotros, no pensó en sus propios deseos o intereses, Él se entregó completamente por amor a nosotros, y por eso, como bien nos dice el Papa Francisco, estamos llamados a seguir el ejemplo de nuestro Señor: el amor más grande es el de Aquel que se entrega sin reservas y da todo lo que tiene, el que se pone al servicio de los demás, es cimiento de nuestra esperanza” (Catequesis del 12.04.2017).
En este Año Jubilar de la Esperanza, el Evangelio de la Pasión nos invita a vivir de manera concreta esta esperanza, y podríamos preguntarnos: ¿Cómo podemos responder al amor de Cristo?
¿A qué nos invita el Evangelio de hoy?
En primer lugar, a vivir el sufrimiento con esperanza. Cuando enfrentemos momentos de dolor o dificultad, debemos recordar que el sufrimiento tiene un propósito redentor cuando lo unimos a la cruz de Cristo. En lugar de evitar el dolor, podemos aprender a aceptarlo como una oportunidad para acercarnos más a Dios.
En segundo lugar, a acompañar a aquellos que sufren. Estar presentes para los demás, ofrecer nuestra cercanía, oración y apoyo, es una manera concreta de vivir nuestra fe con esperanza. En lugar de centrarnos únicamente en nosotros mismos, estamos llamados a ser una comunidad que comparte las cargas del prójimo, como Jesús hizo por nosotros.
Finalmente, la Pasión de Cristo nos invita a una profunda conversión. En un mundo tan lleno de distracciones, debemos volver a lo esencial: nuestra relación personal con Dios y el servicio a los demás.
Que esta Semana Santa sea un tiempo favorable para contemplar con esperanza el amor redentor de nuestro Señor Jesucristo que nos brinda desde la cruz, para que, como peregrinos de esperanza, al celebrar su Resurrección, podamos vivir plenamente la vida nueva que Él nos ofrece.