Por P. Eduardo Hayen Cuarón

Después de dos pontificados de gigantes teológicos como fueron el de san Juan Pablo II y Benedicto XVI, llegó el reino de Francisco, marcado por la humildad –su mismo nombre elegido por él en honor al pobre de Asís– y el servicio a los pobres. De san Juan Pablo II se decía que, con su personalidad magnética, los fieles lo iban a ver; de Benedicto XVI se comentaba que, con su solidez y profundidad bíblica y teológica, la gente lo iba a escuchar. Mientras que a la gente que se reunía en torno a Francisco, el papa argentino le indicaba a quién habríamos de prestar nuestra atención: a los pobres y marginados. Me quedo con algunas luces de su pontificado y con cierta preocupación por los caminos que tomaron algunas de las iniciativas de Francisco.

La Misericordia

Cada sucesor de san Pedro marca su pontificado con un sello distintivo, y el de Francisco fue la misericordia. Entre 2015 y 2016 celebramos un año jubilar extraordinario convocado por el papa, el Año de la Misericordia, con el propósito de enfatizar la importancia de la misericordia en la Iglesia y en el mundo. Francisco nos hizo tomar conciencia de que la Iglesia es como un hospital de campaña, metáfora que describe a la Iglesia como un lugar que ofrece ayuda y cuidado a los que sufren en el alma y en el cuerpo, a través de las obras de misericordia y del sacramento del perdón.

La oración y las homilías

Las homilías de la Misa diaria en la Casa Santa Marta fueron la expresión de un papa que, en sus madrugadas –según se cuenta– se preparaba en la escucha orante de la Palabra de Dios para luego hablar al corazón de los fieles. Sabía predicar con un estilo sencillo, directo y breve, con ideas que fácilmente se grababan en la mente de sus oyentes, dejando en ellos una sabia enseñanza.

Nos dejó claro que el hombre de hoy difícilmente escucha homilías de más de ocho minutos y nos pidió a los sacerdotes no torturar a los fieles con largos sermones. Nunca olvidaré la homilía que predicó en Ciudad Juárez, donde yo vivo, el 17 de febrero de 2016. Dedicó un ciclo completo al tema de la oración durante sus Audiencias Generales y él mismo pedía continuamente a los católicos que no dejaran de orar por él. Quizá ha sido el papa más insistente en la oración de intercesión por su persona.

Año de san José

Una de las iniciativas que más agradezco al papa Francisco fue haber regalado a la Iglesia, en medio de la pandemia de Covid 19, un año dedicado a san José, patrono de la Iglesia universal. ¡Cuánto bien nos hizo a tantas personas, familias y comunidades parroquiales! El redescubrimiento del padre virginal de Jesús en los últimos 150 años, como modelo de virtudes, ha sido asombroso y el papa Francisco lo puso en relieve en un momento de crisis munidal. Fue providencial.

Encuentros de diálogo

El papa Francisco hizo hincapié que, para una adecuada pastoral en la Iglesia es necesario salir al encuentro de los demás, caminar juntos, escucharnos. Su invitación a ser pastores con olor a oveja fue genial. Nos empujó a salir a las calles, a buscar a las personas, a dialogar con ellas para conocer sus preocupaciones, sus necesidades, las inquietudes de sus vidas. La pastoral no puede reducirse al escritorio sino que tiene que ser acompañamiento en la cotidianidad de la vida. Agradezco al Señor por estas iniciativas del papa Francisco.

Inquietudes

El pontificado del papa Francisco nos ha dejado sus luces pero también inquietudes y preocupaciones. Su promoción de la misericordia, que en sí misma es maravillosa –pues es el mismo Evangelio–, sufrió una desviación peligrosa hacia el relativismo moral en algunos sectores de la Iglesia que no fueron suficientemente corregidos. Su promoción de una cultura del encuentro y el diálogo, buena en sí misma, condujo hacia la concepción de una Iglesia sinodal que erróneamente puede interpretarse hasta llegar a la disolución del carisma de la autoridad que Cristo dio a los obispos como pastores su pueblo. Fácilmente podemos llegar a ser una Iglesia democrática en la que todos somos iguales, en la que el olor a oveja no se distingue del olor del pastor.

En estos días de transición al siguiente pontificado, hemos de orar al Señor por nuestra Iglesia Católica, para que nos conceda un papa que enseñe con firmeza la perenne enseñanza de Jesucristo a los más de 1200 millones de bautizados que militamos en el mundo y mantenga la unidad del rebaño.

 

Publicado en blogdelpadrehayen.blogspot.com


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