Por Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte

Dejar un legado que trascienda tiempos y espacios, intereses y tendencias no es empresa fácil y sólo se puede lograr si quien lo deja, es alguien que puso primero la gracia por encima de su carisma. Un hombre así fue Francisco y en este cónclave hemos constatado, una vez más que el Espíritu sopla donde quiere y va a donde quiere.

A muchos nos resulta difícil aún digerir el “habemus papam” como si quisiéramos eternizar a Francisco, pero basta un momento de oración profunda para comprender que, detrás del hombre vestido de blanco, hay Otro protagonista que abre e impulsa procesos a través de los cuales podemos conocer, más de cerca, el mucho amor que el Padre nos tiene, uno de esos signos que nos lo revelan es nuestro ahora Papa León XIV.

Pero la tentación de afirmar que habrá continuidad con la línea del Papa Francisco, por más apetecible que nos parezca, es falaz. La continuidad no debe ser respecto de un Papa, una encíclica o un estilo personal sino respecto de Jesucristo que se encarnó, vivió y murió en la Cruz pero que, contra todo pronóstico, resucitó y nos invitó a no tener miedo y salir a anunciar el Evangelio.

Un momento crucial

Con el anuncio pascual “La paz esté con ustedes”, nuestro nuevo Papa, cardenal Robert Prevost, ha marcado un momento crucial en donde ha colocado la Paz no sólo como un asunto apremiante y una prioridad en su agenda, sino que nos ha regalado, una vez más, renovadas razones para seguir hacia delante ante la desolación que acongoja los corazones de muchos.

Decididamente ha tomado el nombre de León XIV y su inmediata asociación con León XIII un papa sensible a la justicia social y preocupado por los derechos humanos que sostuvo una postura conciliadora entre la conservación de la tradición y la modernización de la misma es inevitable. Nacido en Estados Unidos, pero sirviendo más de 20 años en Perú, Prevost tiene, podemos afirmar, sangre latinoamericana, ¡cuánta falta nos hace construir Iglesia diversa y plural!

Entiende, al igual que Francisco que la unidad prevalece en la diferencia pero que ésta es fuente de riqueza y de dones. Por ello ha incluido en su mensaje no sólo un reconocimiento y agradecimiento hacia quien lo precedió en la Cátedra Petrina, con quien gozaba de una amistad que trascendía tiempos y fronteras, sino que ha enfatizado temas como la unidad, el diálogo, la sinodalidad, el amor incondicional de Dios a todos y la necesidad de construir puentes.

Contexto latino

Un hombre de hondura espiritual, fiel al evangelio pero custodio de la doctrina, León XIV viene de un contexto latinoamericano como venía Francisco, y, por ende, es conocedor de los contextos históricos y de los vaivenes sociales del territorio que entiende y sabe acompañar. Sus palabras en español fueron bálsamo que cubrió de esperanza la expectativa de que esta parte del mundo no se volviera a olvidar.

León XIV también dejó ver su firme adherencia y confianza en María como Madre y protectora encomendándose a ella en su mensaje e invitándonos a pedirle que nos acompañe.

La centralidad del mensaje de Jesús es y siempre será fuente de amor y clave de discernimiento. Dos aspectos resaltan en este momento histórico: llena de alegría que nuestros cardenales de los distintos países hayan sabido escuchar más allá de sus propios intereses y favoritismos. La unidad que prevaleció en el cónclave sólo puede venir de Alguien más allá de los mismos cardenales y no puede ser de otra manera pues la Iglesia que somos no es de nosotros sino del Padre. En segundo lugar, la plaza de San Pedro estallaba de alegría aún antes de nombrar al Papa que ocuparía la Cátedra de Pedro y con ello denotaba una vida que confirma nuestra fe que no avanza en solitario ni en la oscuridad, sino que avanza y se abre paso por entre las dudas y las tribulaciones sufridas y compartidas, para, al final, poder ser testigos de que la muerte no tiene la última palabra.

Hoy tenemos un nuevo Papa cuyo camino no debe ser medido por su apego o no a la línea de su antecesor sino por su propio signo de hombre de fe y pastor de la Iglesia. Dejemos pues que su paso y su andar nos empapen del amor de Dios que es para todos de manera incondicional.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de mayo de 2025 No. 1558

 


 

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