Por P. Fernando Pascual
Muchas veces pensamos a partir de indicios, con un deseo de avanzar, aunque sea un poco, hacia la verdad.
Esto se aplica de un modo concreto ante acusaciones sobre hechos del pasado. Un empleado, por ejemplo, recibe la acusación de haber robado en la empresa.
Si no hay pruebas concluyentes, los razonamientos buscan indicios: a veces llegaba demasiado temprano, otras veces salía tarde, hay ángulos en las cámaras de seguridad que no cubren toda la oficina…
Los indicios, desde luego, no son suficientes para probar muchas cosas. Simplemente, dan una apariencia de verosimilitud.
Si muchos indicios hacen probable un hecho, parecería fácil concluir que el empleado habría robado. Algunos, de hecho, llegan a esa conclusión, que es mucho más relevante si se produce en un tribunal que tiene que juzgar a un acusado.
Notamos, sin embargo, que los indicios pueden ser débiles, insuficientes, incluso engañosos. Quienes trabajan en tribunales saben lo fácil que es “construir pruebas” sobre indicios, cuando en realidad un indicio apunta no a lo verdadero, sino a lo verosímil.
Reconocer la debilidad de los indicios sirve para tener presente un tema que, desde el mundo antiguo, ha sido reflexionado por la filosofía: la diferencia entre apariencias y verdades, entre opinión y ciencia.
El tema había sido profundizado especialmente por Platón en su polémica con los sofistas. Los mismos sofistas, en cierto modo, reconocían lo difícil que es alcanzar verdades sobre ciertos temas, y la importancia que tienen, entre los seres humanos, los indicios y las apariencias.
Notamos, sin embargo, que la acumulación de indicios no es suficiente para llevarnos a la verdad. Al máximo, pueden suscitar una “certeza débil”, insuficiente, que podría incluso ser falsa.
Lo importante, cuando notamos la debilidad de muchos indicios, es mantener una postura prudente. En esa postura podremos evaluar la presencia de más o menos indicios a favor de una tesis, su plausibilidad, y su debilidad constitutiva.
De este modo, retomando un punto positivo de ciertas corrientes del escepticismo, evitaremos juicios apresurados, y mantendremos la mente abierta a las distintas alternativas, con un deseo genuino de evitar lo falso y de caminar, aunque sea poco a poco, hacia la verdad.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay