Dios puede hacer maravillas si nos arrepentimos

Por Rebeca Reynaud

Las mismas maravillas que hacía Jesús las sigue haciendo ahora. Dios siempre quiere, pero nosotros ¿queremos o no?… Se trata de no ponerle trabas.

El Padre Tardif cuenta que le dijo un ciego: “pida que vea, quiero ver”. Jesús le dijo al Padre Tardif: “No ores porque si le devuelvo la vista el que no lo vuelve a ver soy Yo”.

Jesús transforma nuestra alma, algo sucede. ¿Cómo es posible que nosotros, llamados a comer el Cuerpo de Dios, no lo visitemos? A veces gastas con tus amigos tres horas y no vas con Jesús media hora. Dios no puede darte lo que tú no das. Reza: “Señor: Quita de nosotros los pecados”.

Mete la imaginación e intenta escuchar lo que le dice la gente a Jesús cuando cargaba con su Cruz en la Vía Dolorosa. Se escuchan insultos alrededor, de pronto Jesús se detiene, ves sangre en el piso y es Sangre de tu Dios, toma esa Sangre. Por su Sangre somos liberados y sanados. ¿Cuántos pecados carga Jesús? Son tus pecados, tus insultos. A Jesús le pesa mi pecado, a Jesús lo estoy insultando yo. Intenta caminar sin pisar cada gota de sangre que ves. Hasta un pedazo de carne se queda allí. El profeta dice: Despreciado, lo tuvimos por nada, soportó nuestros sufrimientos… El en cambio fue triturado por nuestros crímenes y en sus llagas somos sanados. Escucha los gritos. Sube cada piedra, pero tus manos tocan sangre, es la sangre de Jesús. Sube hasta el Calvario. Detente a unos diez metros, ahora ves a Jesús desfigurado, crucificado, son nuestros pecados los que Él cargó. Maltratado, no abrió boca, como oveja llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador (Isaías). Ábrete camino entre la gente, tienes que llegar al Salvador. Ve la Cruz de cerca. Arrodíllate ante su Cruz, siente que cae sangre en tu cabeza y en tus brazos, es la sangre de salvación. Es por mis delitos que él está allí. Ve sus pies, aún se mueven, brota sangre. Entrega los pecados que cometieron tus padres, las heridas que causaron sobre ti. Sólo abraza la Cruz, siente la sangre caliente de Jesús, y entrégale tus pecados. Desde el mediodía hasta la tarde Jesús estuvo en la Cruz. Entrégale cada pecado, dile: “Soy hijo de este padre y de esta madre”. Entrégale cada dolor, cada sufrimiento. Oye lo que dice Jesús: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. ¿Quién te causó daño? Pídele perdón a Dios por él. Deja que esa persona también sea bañada con la Sangre de Cristo. Dile a Jesús: Ayúdame a perdonar a X persona porque no supo lo que hizo. Entrega cada herida que te causó. ¿Para qué las cargas? Entrégaselas a Jesús, Él cargó con todo. Si una persona te ha hecho daño, llámala a la Cruz de Jesús. Suelta ese dolor ante la Cruz de Jesús. Alza la vista, mira las rodillas de Él, mira su Cuerpo golpeado, su rostro desfigurado. Jesús intenta mover los labios, cuánta agonía y dolor hay en él. Intenta consolar a Jesús. Dile: “Aquí te dejo mi pecado, mi maldad”. Háblale a Jesús, háblale. Esa herida que cargas entrégala a Jesús. “Báñame con tu Sangre, lávame Jesús”. Sangre de Jesús, sangre de salvación. Abraza esa Cruz. ¡Cuanto tiempo ha pasado! Pero Jesús tiene sed de tu amor, de tu misericordia, de tu bondad. Él tiene sed de que tú tengas un corazón diferente. Pídeselo: Quiero un corazón como el tuyo, Jesús. Todo está oscuro.

Estás tú solo con el Señor. Ponte de pie delante de la Cruz de Cristo. Si miras a tu alrededor no hay nadie, están tú y Él. Él dirá: “Yo quería caminar contigo y tú clavaste mis pies”. Sale sangre, ¿te atreverías a beber de esa sangre? Tómala y deja que fluya por tus venas y arterias, por tu corazón, por todo tu ser. El Señor, triturado por el sufrimiento, quiere ver su descendencia purificada. Toca la Cruz y escucha a Jesús que dice: “Todo está consumado”. La tierra tiembla. De pronto sientes que una mano toca tu hombro y esa mano suavemente baja a tu brazo y te levanta. Ve el rostro de quien está allí. Es María. “Madre, ¿yo maté a tu Hijo por mis pecados? Ayúdame”. En el silencio ha llorado, extiende sus brazos y te abraza y te dice: “El murió por ti porque te ama… Yo como Madre vi cómo sus manos acariciaban a los niños y a los ancianos. Quiero que vivas en el amor de mi Hijo y para eso, llévame contigo”. ¿Llevarías a María? Invita a la Virgen a la casa de tu corazón. ¿Quiénes necesitan más de tu vida? Espiritualmente acércate a abrazar a esa persona, lleva la sangre de Jesús, dale amor. Quizás es esa persona que no has valorado, quizás es ese hermano o hermana. Cristo nos dice: “Quiero dar vida”. Abraza a cada uno de los tuyos espiritualmente. Ahora con tus manos ensangrentadas haz una cruz en tu puerta: “Esta casa pertenece al Divino Cordero”. A partir de ahora quiero y deseo dar vida. Yo perdono, yo amo, doy vida. Ahora Jesús está frente a ti, y él mismo pregunta: ¿Me amas, te amas? Lo último que Jesús quiso tocar en el amor es a ti. “Quien permanece en Mí da vida, permanece en mí, si me amas”. “Me amo Señor”. Señor Jesús da la paz a cada corazón. Muéstranos tu paz y tu alegría, enséñame que soy un rayo tuyo. Enséñame que soy tuyo”.

Padre nuestro, que estás en el Cielo…

Utiliza la imaginación en la oración.

Date la oportunidad de vivir feliz. Si haces esta oración seguido, vas a recordar pecados que nunca habías confesado. Cada vez que uno se acerca a la Cruz de Cristo y pide que lo limpie de sus pecados, Él lo hace. Valemos toda la Sangre de Cristo. Todos y cada uno valemos mucho. Cuando uno muere se presenta ante Jesús, Dios puede hacer lo que quiere. Las oraciones nunca son perdidas.

Jesús le dijo a Faustina Kowalska: “No quiero castigar a la humanidad dolorida, pero deseo sanarla, presionándola contra mi Corazón Misericordioso. Yo uso el castigo cuando ellos mismos me obligan a hacerlo; Mi mano se resiste a empuñar la espada de la justicia. Antes del Día de la Justicia envío el Día de la Misericordia. Prolongo el Día de la Misericordia por amor a los pecadores. ¡Pero ay de ellos si no reconocen este tiempo de mi visita!” (Diario, n. 1261).

FUENTE: Cómo ser feliz, Carlos Cancelado

 
Imagen de difrats artwork en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: