Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El triunfo de Jesús resucitado conlleva necesariamente su señorío universal. La misión de la Iglesia consiste en prolongar a Cristo y su presencia entre nosotros por su Palabra, su acción sacramental y el testimonio del amor, vivido en esperanza, ‘de los cielos nuevos y de la tierra nueva’.

Con la Ascensión del Señor, Cristo toma posesión de la gloria que le corresponde como ‘Hijo del Padre’ en su condición de ‘Hijo de Hombre’, por su humanidad santísima. La gloria del Hijo se manifiesta en su condición de Primogénito del Padre, como cabeza de la humanidad salvada (Ef 1, 13…).

Cristo, el Hijo del Padre, ha sido humillado, vejado y crucificado, pero al cumplir la voluntad del Padre, debe de recibir su glorificación ante nosotros por su resurrección, así aceptar ‘que era necesario que padeciera para así entrar en su gloria’ (cf Lc 24, 26).

Por su muerte y su glorificación, Cristo por su Corazón traspasado y glorificado se convierte en el ‘mitente’ del Espíritu Santo vivificante.

Toda persona humana, desde Cristo y por Cristo, ha de elevarse y trascenderse para configurada con Cristo, ejerza su supremacía sobre la creación.

La adhesión a Cristo glorioso, quien ha entrado en el misterio de Dios, fundamenta la esperanza como fuerza para llevar a su plenitud esta nuestra tierra, la cual tiene que ser liberada de la violencia, de las injusticias y de la mentira.

Luchamos por alcanzar la felicidad absolutamente última, regalo del Padre Dios en Cristo su Hijo amado, anhelo de nuestro corazón, unida indisolublemente a la verdad de salvación.

La realidad por excelencia que fundamenta nuestro ser es Dios Padre consustancial con su Hijo según la divinidad y consustancial con nosotros, según la humanidad, análogamente.

El Padre por la Humanidad santísima de su Hijo, nos alcanza el gozo mutuo del Espíritu Santo, para dinamizarnos en su vida feliz y plena de amor.

Si permanecemos fieles a Jesús y a su misión, y al destino eterno en la gloria, hemos de ser fieles a nuestros quehaceres en la tierra.

Solo si creemos en Cristo, trasformaremos este mundo, adelantando el cielo en la tierra.

 
Imagen de Joe en Pixabay


 

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