Por Rebeca Reynaud

José Ortega y Gasset tiene una cita formidable dice: Somos, antes que otra cosa, un sistema nato de preferencias y desdenes. El corazón, máquina de preferir y desdeñar es el soporte de nuestra personalidad.

Juan Luis Lorda explica: Lo más definitivo y lo más definitorio de una persona es cómo tiene el corazón.

El espíritu tiene estructura, no visible, pero tiene una transparencia, que, cuando se analiza, se conoce cómo son los actos intelectuales. No usamos las palabras de cualquier manera, su estructura es tan fijo como el sistema nervioso.

El corazón, en cambio, no es transparente, no nos es inmediatamente visible. Funciona con un régimen estable. Es más opaco que la inteligencia.

La afectividad se nota en lo que te mueve. Lo que eres es lo que haces, es lo que le define: qué amores tienes, qué inclinaciones te mueven.

Dietrich von Hildebrand es un filósofo del amor. Hace un análisis de la afectividad. Hay una parte que compartimos con los animales, que pertenecen al área afectiva, hay una parte espiritual porque tienen objeto espiritual. Cuando aceptamos que el hombre ha sido destinado a ser feliz y que la felicidad consiste en la plenitud de su existencia, el significado y rango de la afectividad espiritual revelan su poder irresistible.

La dicha es esencialmente afectiva y cuando permanece en el plano de la inteligencia y voluntad, no hay dicha.

David Goleman, en su libro La Inteligencia emocional, afirma que la cuestión esencial es: cómo aportar más inteligencia a nuestras emociones, más civismo a nuestras calles y más afecto en nuestra vida social.

¿Cómo dominar los amores inferiores? Con los amores superiores. Una persona que no tiene amores fuertes no puede vencer los inconvenientes ambientales y personales, ni tiene fuerza para vencer la pereza personal.

El deleite es necesario en la virtud, y pertenece a su sentido, dice el Aquinate. Nadie es virtuoso si no se alegra en las cosas buenas. Congar cuenta que los domingos su madre le mandaba a visitas al aya que había trabajado con su madre. Se ha de descubrir que estas cosas son bonitas, aunque esto cueste o esté limitado, pero hay que estar seguro de que estas cosas son bellas.

Platón hace un compendio de la buena educación: la virtud moral se desarrolla con los placeres y dolores. Deberíamos haber sido educado para alegrarnos con lo bueno y dolernos con lo que es malo. Ayuda trabajar la Iliada y Odisea para encontrar ejemplos de esto. Que se enamoren de lo bonito, esa es la fuerza moral, la mejor educación, dice Lorda. Y ahora están de moda los juguetes de monstruos para los niños.

El corazón es la morada donde yo habito, es nuestro centro escondido, sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo. A veces hay que hacer cosas sin sentir nada, pero poner el corazón hace que el ser humano persevere. La afectividad necesita la razón para no volverse loca. Una afectividad desatada tiene mucho de irracional.

Hay un ambiente de indiferencia y, por tanto, de insensibilidad. Trabajar en nuestro corazón implica sanar cada herida que podamos tener para luego alumbrar la oscuridad del mundo.

 
Imagen de congerdesign en Pixabay


 

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