Por Jaime Septién
Aunque algunos —como mi amigo el periodista Jesús Colina— lo habían puesto en la categoría de “papable” hacia 2023, cuando el Papa Francisco lo situó al frente de la Congregación para los Obispos, en realidad en ninguna de las “quinielas” y los escarceos vaticanistas de los “enviados especiales” aparecía el nombre de Robert Francis Prevost Martínez.
Había pasado inadvertido en los corredores del Vaticano, pero estaba detrás, también como presidente de la Comisión para América Latina, del sínodo de la Sinodalidad, en el que Francisco había puesto como prioridad el rostro de una Iglesia “pobre y para los pobres”, el rostro de la Amazonía, el que aparece en Laudato Si´y en las otras encíclicas de Francisco.
Las Vegas se equivoca; el Espíritu Santo no. Y quedó demostrado en esta rapidísima elección del Papa número 267 de la historia de la Iglesia. Apenas cuatro votaciones para alcanzar los 89 votos requeridos y ser proclamado Papa de la Iglesia Católica, la Iglesia primada en la caridad. Varios temas son de máxima importancia en esta elección. Trataré de resumirlo en cinco puntos, aunque podrían ser muchos más:
- El nombre: el Papa León XIII (fines del siglo XIX y principios del XX) se le conoce por su contribución al pensamiento y a la acción social de la Iglesia a partir de su encíclica Rerum Novarum. Con ella, la Iglesia salía a las calles, a la fábrica, a interpretar las relaciones de los trabajadores con los patrones, y a hacer frente, sobre todo, a los grandes sistemas totalitarios que se estaban propagando en el mundo, especialmente el comunismo. La apuesta de León XIII fue la apuesta de la Iglesia por el respeto irrestricto a la dignidad humana. León XIV, con su nombre, lanza de nuevo el pensamiento social de la Iglesia a la plaza pública.
- El origen. Nacido en Chicago, ciudad que alberga a un número enorme de migrantes, especialmente mexicanos, sus padres son de ascendencia francesa (Prevost) y española (Martínez). Siendo estadounidense de nacimiento, su vocación misionera lo llevó a Perú, primero en la diócesis de Trujillo y después en la de Chiclayo. Tanto amó al pueblo fiel peruano que buscó y logró la nacionalidad del Perú. En ese orden de ideas, León XIV combina el conocimiento de una Iglesia rica, la estadounidense, y una muy pobre (la peruana), lo cual lo hace un absoluto convencido de la realidad multirracial y étnica del catolicismo. Siendo el primer Papa estadounidense, se convierte, también, en el segundo Papa latinoamericano.
- La paternidad espiritual de San Agustín. Miembro de la familia de los agustinos, representa el legado histórico, teológico y polemista del gran obispo de Hipona, quien fue quien defendió y definió la riqueza de la fe cristiana frente a las herejías de su tiempo. La espiritualidad agustiniana está encarnada en el mundo, en el tiempo, pero se sustenta en la belleza antigua y siempre nueva del Evangelio. “Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano”, fue la frase que León XIV recordó de San Agustín desde la Logia de San Pedro. Esto quiere decir que, si bien tiene la dignidad de sucesor de los apóstoles, con el pueblo es un hermano.
- El carácter misionero. La misión en Perú ha marcado profundamente su ministerio. La “Iglesia en salida” que predicó Francisco, primero el padre y luego el obispo Prevost la vivió en carne propia. Tanto así que durante su mensaje inicial solamente habló en dos lenguas: el italiano (oficial del obispo de Roma) y el español, para referirse con cariño a la diócesis de Chiclayo, que le enseñó el rostro de la Iglesia pobre pero fidelísima. Siendo matemático y doctor en derecho canónico fue a evangelizar a una región de altísimo componente indígena. Esto último recuerda las palabras sobre la sabiduría de los pueblos originarios que pronunció Francisco en San Cristóbal de las Casas (2016).
- El llamado a la paz y a la unidad. Si una palabra se repitió en su primer mensaje a Roma y al mundo fue la palabra “paz”. La paz que no tiene armas pero que desarma. La paz que tiende puentes (de ahí viene la palabra pontífice) y la que emprende el diálogo, que reconoce al otro y que siempre está abierto a escucharlo. La paz de Cristo. La Iglesia continúa el camino de Francisco, hospital de campaña, abierta a todos, acogedora de todos. Y para Francisco, como para León XIV, todos son todos.
Resumiendo: una jugada maestra del Espíritu Santo; un futuro prometedor para la Iglesia y un interlocutor clave para apaciguar a los monstruos que han tomado —sin que nadie se las hubiera dado— las riendas de nuestra era. Aficionado al tenis, buen jinete, a los Medias Blancas de Chicago, discreto, sin grandilocuencias. El mensaje de Jesús: no se fíen de las estrategias del gran divisor, entiendan de una vez por todas que, sobre ella, sobre la Iglesia, el mal no prevalecerá.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de mayo de 2025 No. 1558