Por Eduardo Cervantes Merino, obispo de Orizaba

Pesar y gratitud, gozo y orfandad, el sentido profundo de la esperanza que mantiene en pie la vida, “la esperanza que no defrauda” (cfr. Rom 5,5), son los sentimientos que me provoca la partida del Santo Padre, el Papa Francisco, a la Casa del Padre en el día de la Resurrección del Señor.

Su persona y ministerio deja un legado profundamente humano y espiritual: le vimos como un pastor humilde, que tiene olor a oveja, caminando delante, en medio y detrás del rebaño, en actitud de escucha, diálogo, oración y discernimiento para oír lo que el Espíritu pide a la Iglesia. Experimentamos a un pastor cercano, que toca sin asco, que escucha sin prejuicios, sencillo, amable, humilde, austero y libre. El hombre de fe inquebrantable, peregrino de esperanza, servidor fiel del Evangelio; en fin, el pastor que dedicó su vida a la Iglesia de Cristo y en ella a los más pobres, migrantes, jóvenes, ancianos, descartados, vulnerables y necesitados. Nos amplió el horizonte de una teología profunda, en la que todo el pueblo de Dios anuncia el Evangelio; pastor de lenguaje sencillo, en actitud de diálogo interreligioso, de inclusión, cuidado del medio ambiente y revolución educativa.

Desde el inicio de su pontificado nos enseñó el valor de la misericordia, del encuentro, de construir una Iglesia pueblo de Dios en salida misionera, superando el clericalismo, saliendo a las periferias físicas y existenciales para llevar, donde hace más falta, la luz y la alegría del Evangelio. Siempre con gestos y palabras llenas de esperanza.

Francisco nos recordó que la Iglesia es madre, casa de todos, refugio de pecadores y hospital de campaña para los heridos de la vida. Nos enseñó a caminar juntos, en sinodalidad, con la mirada hacia el cielo y con los pies puestos en la tierra. Su persona y ministerio quedan como testamento para la Iglesia con su magisterio y las cuatro encíclicas que nos regaló.

Guardo en mi memoria cuando pude saludarlo en la Plaza de San Pedro, con ocasión del Curso Para los Nuevos Obispos (en el año 2015), y hablamos sobre lo que esperaba de mi nombramiento episcopal y me dijo: pongamos en práctica la exhortación apostólica EVANGELII GAUDIUM ahí está mi propuesta y ruta desde donde podemos caminar en la acción evangelizadora. Y hoy puedo decir que, efectivamente, esta fue la ruta de su acción pastoral en su ministerio, la comunión y participación para la misión. Esta es también la herencia que nos deja a los cristianos del Siglo XXI. La misión continúa. ¡Hasta pronto, peregrino de esperanza!

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de abril de 2025 No. 1555

 


 

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