Por P. Fernando Pascual
Tras los estudios y los títulos, inicia la vida profesional. Pasan los años, y aparece un peligro: quedarse atrás, desactualizarse, o empezar a olvidar informaciones básicas que han de ser siempre tenidas en cuenta.
Frente a ese peligro comprendemos la importancia de una continua actualización, el esfuerzo por mantenernos en formación permanente.
Esto vale sobre todo en ámbitos como la medicina, donde está en juego el cuidado de la salud de los pacientes.
Vale también para tareas menos técnicas, pero no por ello sin relevancia, como la de los sacerdotes y agentes de pastoral.
Porque también el sacerdote puede olvidarse de detalles que son importantes para vivir bien la liturgia, o de normas del Derecho canónico, o incluso de verdades fundamentales de la fe católica.
Existen cursos y actividades orientadas a promover la actualización de tantas profesiones y actividades humanas.
Para aprovecharlas bien, uno necesita tomar conciencia de que necesita actualizarse y volver sobre nociones básicas, al mismo tiempo que ha de conocer aspectos nuevos e importantes para el desempeño de sus responsabilidades.
En la Iglesia católica se ofrecen numerosas actividades de actualización: semanas de formación, jornadas de estudio de casos teológicos o pastorales, conferencias, retiros.
Esas actividades se ofrecen no solo para sacerdotes, religiosos o catequistas, sino que pueden ayudar a cualquier bautizado que desee (porque lo necesita) recordar y profundizar su fe católica.
Con programas de actualización, y con lecturas de buenos libros, tendremos mejores herramientas para evitar olvidos que pueden llevarnos a errores más o menos graves, y para promover un mejor conocimiento de los contenidos de nuestra fe.
Lo cual nos permitirá vivir cerca de Dios, integrarnos mejor en la Iglesia, y unirnos a nuestros hermanos, desde conocimientos actualizados que podemos compartir para el enriquecimiento mutuo.
Imagen de James Chan en Pixabay