Por Cecilia Galatolo
Las redes sociales pueden alimentar nuestro deseo de mostrarnos y de aparentar ser mejores que los demás. A menudo se les llama “vitrinas”, y ¿quién está en el centro de la vitrina? Yo. Yo con mi perfil, mis gustos; yo con mis logros, con mis éxitos, con mis virtudes, mis objetos valiosos para mostrar y mis bellas relaciones para «presumir» (difícilmente yo con mis límites, con mis imperfecciones).
Esto es cierto, sin duda, para los influencers (que ganan dinero con esa vitrina), pero en realidad, lo es a todos los niveles, incluso para quienes no tienen una gran cantidad de seguidores.
Las redes sociales pueden contribuir a desarrollar actitudes narcisistas. No las crean, ya están latentes en el corazón humano, pero las favorecen, las alimentan.
¿Cuáles son los vicios en los que caemos más fácilmente?
La pereza, que lleva al usuario a pasar horas navegando por las redes, casi en un estado de semi-inconsciencia frente a la pantalla plana de la computadora; la gula, que hace que el usuario no pueda resistir el impulso de coger el móvil cada dos minutos; la soberbia, donde el usuario es vanidoso, no lee los mensajes de los demás y solo se preocupa por su propia influencia; la lujuria, que lleva al usuario a obsesionarse con mirar los perfiles y fotos de otros o a buscar nuevas posibilidades de encuentro y relación; la avaricia, en la que el usuario, a diferencia del soberbio, nunca comparte información propia, pero se consume mirando los perfiles ajenos; la envidia, que hace fastidioso para el usuario ver a otros felices, y finalmente, la ira, donde el usuario está siempre colérico, polémico, indignado y listo para insultar.
Ante estos aspectos negativos, deberíamos preguntarnos, sin embargo, si las redes pueden sacar lo mejor de nosotros. ¿Es posible, de hecho, educarnos y refinarnos para usarlas de manera saludable?
Vivir las redes según las virtudes: templanza, fortaleza, justicia, prudencia
Si es posible vivir las redes sociales dejándose llevar por los vicios, también es posible vivirlas de acuerdo con las virtudes. Veamos algunos ejemplos.
Ser templado en las redes puede significar no publicar, reaccionar o responder de forma impulsiva, sino mantener el control sobre nosotros mismos. No hay que olvidar que estar detrás la pantalla nos hace pensar que estamos menos expuestos, pero es solo una ilusión. Antes de publicar algo de manera agresiva, piensa que no harás bien ni a ti ni a quien reciba ese contenido.
Tener fortaleza significa saber resistir, establecer límites, aprender a estar en las redes el tiempo justo y no sacrificar relaciones en persona por seguir notificaciones y fotos. Sean fuertes. Es posible.
La justicia nos lleva a ser honestos, imparciales, no mentirosos, sino sinceros. ¡Cuánta desinformación circula en las redes por compartir verdades a medias o noticias falsas!
Y, finalmente, es importante ser prudentes. Esto implica saber hacer un buen discernimiento antes de publicar algo. A menudo estamos tentados a actuar de inmediato, al fin y al cabo, «es solo un enlace, es solo una foto… ¿a quién puede hacerle daño?». La prudencia nos lleva a considerar lo que es bueno y lo que es malo… sí, incluso en las redes.
«Servir» en lugar de «ser servido»: vivir la caridad cuando comunicamos
¿Y si las redes sociales también pudieran usarse como una herramienta para realizar verdaderos actos de caridad?
Claramente, cada plataforma es diferente de las otras. WhatsApp permite una comunicación más íntima y, por lo tanto, más directa y transparente (aunque nada podrá jamás reemplazar una relación presencial hecha de miradas, voz, abrazos); otras redes como Instagram o TikTok son más impersonales (cada perfil es una pequeña emisora de comunicación, seguida por un «público» de amigos y no amigos).
Más allá de cada herramienta y sus peculiaridades, podemos reflexionar sobre nuestra actitud.
El núcleo de la cuestión es: en lugar de “centrarme en mí” (buscando atención sobre mis habilidades, sobre mi belleza, etc.), puedo seleccionar contenidos pensando en los usuarios que me siguen, en su bienestar. ¿Qué podría decir de bonito para animarlos? ¿Qué podría publicar para levantar el ánimo a alguien que ha tenido un mal día? ¿De qué manera puedo fomentar la información en un tema determinado? ¿Cómo puedo nutrir la esperanza y la confianza en el otro?
Una vez comprendido que con las redes sociales cada uno puede hacer mucho bien, será más natural dirigir nuestra creatividad hacia esa dirección. Es solo cuestión de empezar. Intentemos verlas bajo una nueva luz. Trabajemos para hacer de ese mundo también un lugar un poco más acogedor y agradable donde habitar, recordando que se puede estar «en» las redes sociales sin ser «de» las redes sociales.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de junio de 2025 No. 1561