Por Mónica Olvera / Fertilidad Natural y Familia
La búsqueda de un embarazo es, para muchas parejas, una de las etapas más significativas y desafiantes de su vida conyugal. Cuando ese deseo de ser padres no se cumple con la inmediatez esperada, surgen dudas, emociones intensas y, en ocasiones, sufrimiento. En esos momentos, es esencial comprender que la fertilidad no es solamente un asunto biológico o médico, sino una realidad profundamente humana y sagrada, que debe ser cuidada en todas sus dimensiones: física, emocional, relacional y espiritual.
Desde la enseñanza de la Iglesia, el acto de abrirse a la vida está íntimamente ligado al amor conyugal, al cuerpo como don y a la cooperación con el plan de Dios. Por eso, acompañar a los matrimonios en este camino exige una mirada integral que respete su dignidad y los ayude a vivir esta etapa con sentido y esperanza.
Una mirada que integra cuerpo, mente, corazón y espíritu
Lo físico y biológico tiene sin duda un lugar fundamental. Conocer el propio cuerpo, identificar los signos de fertilidad, cuidar la alimentación, adoptar un estilo de vida saludable y atender desequilibrios hormonales son pasos importantes. La medicina puede ofrecer herramientas valiosas, siempre que respete la dignidad de la persona y el orden natural del amor conyugal.
En este contexto, el Sistema Modelo Creighton y la Naprotecnología (Tecnología Procreativa Natural) se presentan como caminos educativos, científicos y éticos al servicio de la vida. El Modelo Creighton permite a la mujer registrar y comprender con precisión los biomarcadores de su ciclo menstrual, facilitando un conocimiento profundo de su fertilidad. A partir de esta información, la Naprotecnología permite realizar un diagnóstico exhaustivo de causas subyacentes como desequilibrios hormonales, infecciones o endometriosis, y aplicar tratamientos personalizados que respetan la dignidad del cuerpo y el matrimonio.
Este enfoque está en plena armonía con la enseñanza de la Iglesia y se centra en restaurar la salud reproductiva, no en suplantarla. Es una muestra concreta de cómo la ciencia y la fe pueden caminar juntas.
Un cuidado y acompañamiento integral
Más allá del cuerpo, también se debe cuidar el alma. Detrás de la llamada “infertilidad inexplicada”, hay a menudo factores emocionales o heridas interiores que requieren atención. El estrés, la ansiedad o el dolor no expresado afectan tanto al cuerpo como a la relación conyugal. El acompañamiento psicológico y espiritual son herramientas necesarias para sanar, comprenderse mutuamente y mantenerse firmes en el amor.
El Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa con claridad:
“El hijo no es un derecho sino un don. El don más excelente del matrimonio es la persona humana, y la fecundidad del amor conyugal no debe reducirse a la mera reproducción biológica” (CIC 2378-2379).
También es clave fortalecer la relación matrimonial. Dificultades en la comunicación o en la intimidad pueden convertirse en obstáculos para la apertura a la vida. Trabajar por una relación madura, fecunda y abierta a Dios es también una forma concreta de cuidar la fertilidad.
Y por último, la dimensión espiritual. En Amoris Laetitia, ofrece una clave luminosa:
“El deseo de un hijo no puede convertirse en una obsesión que oscurece la vida conyugal. También hay otras formas generosas de maternidad y paternidad que reflejan el amor fecundo que es propio del matrimonio” (Amoris Laetitia, 178).
Confiar, orar, esperar y discernir forman parte de este camino, que vivido con fe se convierte en una auténtica peregrinación interior.
Una propuesta al servicio de los matrimonios
*Desde mi consultoría Fertilidad Natural y Familia, ofrezco este tipo de acompañamiento y apoyo integral. A través de encuentros personalizados, materiales formativos y una red de profesionales con esta misma visión, oriento a los matrimonios que transitan el camino hacia la maternidad y la paternidad, buscando no solo lograr un embarazo, sino también fortalecer el amor, la salud y la fe en el proceso.
*En lo físico, recomiendo el Modelo Creighton y la Naprotecnología como caminos médicos de excelencia que respetan la vida y ofrecen diagnósticos certeros. Además, es fundamental adoptar hábitos de vida saludables, que favorecen el equilibrio hormonal y el bienestar general: una alimentación natural y equilibrada, suplementación nutricional adecuada (recomiendo VitalHealth), ejercicio físico regular, una buena higiene del sueño y la reducción de sustancias nocivas como alcohol, tabaco o disruptores endocrinos.
*En lo emocional, puede ser necesaria la orientación psicológica con profesionales que compartan una visión pro-vida y pro-familia. Aprender y aplicar técnicas de manejo del estrés, meditación cristiana o ejercicios de autorregulación emocional puede marcar una diferencia significativa. También es importante validar las emociones que surgen durante este proceso, sin juzgarlas, y darles un espacio adecuado para ser procesadas con amor y contención.
*En lo relacional, los retiros, talleres de comunicación, sexualidad y espacios de crecimiento matrimonial son valiosos. También puede ser benéfico contar con una red de apoyo: amistades, comunidades o grupos de matrimonios que están viviendo experiencias similares. Compartir con personas cercanas, como familiares y amigos que acompañan con discreción y empatía, también aporta consuelo y fortaleza.
*En lo espiritual, la oración, la dirección espiritual, la Eucaristía y la práctica del sacramento de la reconciliación son fuentes constantes de luz y consuelo. Rezar novenas, encomendar el deseo de maternidad o paternidad a la intercesión de santos como Santa Gianna Beretta Molla, San José o Santa Isabel puede sostener el corazón en la espera. Como enseña la Iglesia, la fecundidad espiritual no es menor que la biológica: toda vida entregada por amor es fecunda a los ojos de Dios.
www.fertilidadnaturalyfamilia.com
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de junio de 2025 No. 1560