Por P. Fernando Pascual

Suena extraño, pero necesitamos rescatar a Cristo.

Suena extraño, porque es Cristo quien rescata, salva, vivifica, da sentido a todo lo verdaderamente humano.

Pero es necesario rescatar a Cristo, porque podemos perderlo, dejarlo sepultado en el olvido, la indiferencia, incluso la hostilidad.

Necesitamos rescatar a Cristo, para que no sea más importante el dinero que la caridad.

Necesitamos rescatar a Cristo, para que la Iglesia no es convierta en una ONG llena de iniciativas pero vacía de gracia.

Necesitamos rescatar a Cristo, para que el pecado no nos arrastre hacia la desesperación.

Necesitamos rescatar a Cristo, para que los sacerdotes y los consagrados vivan plenamente su vocación al amor y a la evangelización.

Necesitamos rescatar a Cristo, porque el mundo está lleno de miedos, de ambiciones, de odios, de frivolidades, de insultos, de egoísmos, de indiferencias.

Cristo ya cumplió su misión, ya llevó a plenitud el designio del Padre. Pero ese designio puede perderse si nos dejamos absorber por el mundo y por las propias pasiones.

Cristo espera, pide, suplica, corazones que lo “rescaten”, que lo recuerden, que lo reciban, que lo comuniquen a tantos hombres y mujeres necesitados de misericordia.

Hoy podemos rescatar a Cristo con nuestro recuerdo agradecido, con nuestra oración sincera, con nuestro servicio a todos aquellos en lo que Él está presente: pobres, hambrientos, sedientos, descorazonados.

Con sorpresa, descubriremos que rescatar a Cristo implica rescatarnos a nosotros mismos, porque seremos consolados por el único (por ser Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María) que tiene palabras de perdón y de vida eterna…

 


 

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