Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Decía san Pablo VI, que ‘Los Apóstoles Pedro y Pablo son considerados por los fieles cristianos, con todo derecho, como las primeras columnas, no solo de la Santa Sede romana, sino también de la Iglesia Universal del Dios vivo, diseminada por el orbe de la tierra’.
Ambos apóstoles fueron martirizados en Roma entre los años 64 y 67.
Sobre el cuerpo crucificado de san Pedro, se eleva su actual Basílica en el Vaticano; sobre el cuerpo de san Pablo, se levantó la Basílica llamada de San Pablo Extramuros.
Ambos compartieron el martirio. San Pedro testifica la fe en Cristo muerto y Cristo resucitado, como su Vicario, -es decir, el que hace las veces de Cristo, según su mandato ‘apacienta a mis corderos, apacienta a mis ovejas’ (cf Jn 21, 15-19), y fundó la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido de Israel; san Pablo bajo la acción del Espíritu Santo profundizó la riqueza del mensaje de Cristo, como apóstol de los gentiles.
Ambos edificaron la misma Iglesia de Cristo.
San Agustín nos recuerda, ‘En un solo día se celebra la fiesta de dos apóstoles. Pero también ellos eran uno. Aunque fueron martirizados en días diversos, eran uno’.
Con los martirios de san Pedro y san Pablo se celebra el nacimiento de la Iglesia de Roma.
Le misión de Pedro, continúa en la Iglesia a través de sus sucesores , como hoy pervive este ministerio petrino en el Papa León XIV, quien es el garante y custodio de la plena comunión con Cristo en adhesión a la vedad de salvación para preservar al Pueblo de Dios, de los errores en la fe y en la moral. Por eso año con año en esta festividad vienen los recién nombrados arzobispos para recibir el palio de manos del Papa y así señalar su comunión con el Papa y apacentar con él la Grey del Señor.
Las fuerzas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia, -(cf Mt 16, 18), por esa especial asistencia de Jesús en el Papa y sus sucesores, y en toda la comunidad eclesial en comunión con el mismo Papa.
Que estos Santos Apóstoles Pedro y Pablo, nos alcancen en el Espíritu Santo la gracia de amar con Pasión a la Iglesia una, santa, católica y apostólica.