Por Felipe Monroy

De manera histórica obispos católicos de los tres continentes del Sur Global han convergido en un documento conjunto frente a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025 (COP 30) en el que comparten el clamor de las comunidades vulneradas tanto por el extractivismo como por el sistema financiero imperante; y exhortan a una serie de compromisos internacionales y locales para salvaguardar la Creación, la “Casa Común”.

Esta coalición inédita de líderes católicos de África, América Latina y Asia exige justicia climática radical al tiempo de denunciar el “colonialismo verde” y el ecologismo capitalista.

En el documento sin precedentes ‘Un llamado por la justicia climática y la Casa Común: Conversión ecológica, transformación y resistencia a las falsas soluciones’, las conferencias episcopales de África (SECAM), América Latina y el Caribe (CELAM) y Asia (FABC) –que representan a más de mil 200 millones de católicos– lanzaron un llamado político ante la COP30. El texto, firmado por cardenales como Fridolin Ambongo (Congo), Jaime Spengler (Brasil) y Felipe Neri Ferrao (India), combina ciencia climática y doctrina social de la Iglesia para exigir una transformación global.

El peso de una voz unificada

Por primera vez, las Iglesias del Sur Global articulan una posición climática conjunta. El mensaje está inspirado por las enseñanzas del magisterio pontificio reciente contenido en encíclicas como Laudato Si’ (2015) y Laudate Deum (2023) que han reivindicado la acción descolonizadora y liberadora del Evangelio:

“Rechazamos las falsas soluciones como el capitalismo verde y la financiarización de la naturaleza que perpetúan la explotación”, dice la Iglesia en el Sur Global.

Los datos científicos citados son contundentes: el planeta alcanzó 1.55°C de calentamiento en 2024, mientras 500 millones de en el mundo personas sufren desertificación.

La responsabilidad, señalan, recae en el Norte Global, cuya “deuda ecológica” ascendería a 192 billones de dólares para 2050.

Pero además, el documento vincula el problema de la deuda externa con abusos por inacción climática (p. 17-18), al señalar que el Sur Global en realidad paga 2 billones de dólares anuales en “drenaje de recursos” al Norte, es decir: el extractivismo de recursos de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo para satisfactores de necesidad o lujo de las potencias económicas es una ‘deuda externa’ de dichos países con el Sur Global.

Los obispos de este hemisferio geopolítico, aseguran que sus pueblos sufren los efectos de pérdida de campos de cultivo, inundaciones, sequías extremas y contaminación extrema por industria, desechos y explotación de recursos naturales; generando, por otra parte, fenómenos cada vez más excruciantes como la migración y la pérdida de pueblos enteros. Esto revela cómo el sistema financiero en el mundo también participa en la profundización de la injusticia ecológica.

Exigencias pastorales que desafían el statu quo

El documento incluye una serie de demandas a las potencias económicas, políticas y supranacionales para ser implementadas a la brevedad, no sólo por una tibia responsabilidad ‘ecológica’ sino porque la Conversión Ecológica Integral exige reconocer la interconexión entre el mundo natural, las sociedades, las dimensiones espirituales y la crisis antropológica del cambio de época que se vive. Piden a los gobiernos y a los organismos internacionales a reconocer que la crisis ecológica es sustancialmente una crisis social y humana.

Algunas de las demandas son:

  • Exigencia de reparación histórica al Norte Global: Los obispos demandan que los países ricos asuman su “deuda ecológica” (estimada en 192 billones de dólares para 2050) mediante financiamiento climático sin endeudamiento adicional. Esto desafía el modelo de ayuda internacional y presiona para mecanismos de compensación vinculantes.
  • Rechazo al capitalismo verdey falsas soluciones:

Condenan la mercantilización de la naturaleza (créditos de carbono, REDD+), la minería depredadora para “transición energética” y megaproyectos sin consulta indígena. Esto confronta a corporaciones y gobiernos que promueven estas iniciativas como sostenibles.

  • Abandono inmediato de combustibles fósiles: Exigen el cese de todas las nuevas infraestructuras fósiles y una transición energética justa alineada con 1.5°C. Esto tensiona a países exportadores y economías dependientes de hidrocarburos (incluso en el Sur Global).
  • Deforestación cero para 2030 con protección indígena: Priorizan la soberanía territorial de pueblos originarios como garantes de biomas críticos (Amazonía, Cuenca del Congo). Esto cuestiona modelos agroindustriales y mineros en sus territorios.
  • Reforma radical del sistema económico: Proponen un cierto decrecimiento de modelos de consumo y explotación, límites planetarios y economías circulares-solidarias. Esto desafía el paradigma de crecimiento infinito y exige políticas de consumo que redistribuyan poder económico.
  • Gobernanza climática inclusiva y vinculante: Demandan participación decisiva de comunidades vulnerables, sociedad civil y mujeres en políticas climáticas. Esto exige democratizar espacios como las COP, dominados por élites técnicas y políticas. Y
  • Alianza Sur Global como actor geopolítico: La creación de un Observatorio Eclesial de Justicia Climática y coaliciones intercontinentales (África, A.L., Asia) buscan contrarrestar la influencia del Norte en negociaciones internacionales, posicionando a la Iglesia como mediadora ética.

Sobre esta alianza intercontinental, los obispos pretenden que sea una opción al multilateralismo hoy en crisis y que también responda a los abusos de las grandes potencias sobre los destinos del mundo entero: “Las negociaciones gubernamentales están infinitamente por debajo de las soluciones necesarias”, reconoce el documento en su numeral 18. Por ello, dicen que al crear un frente unificado Sur-Sur con apoyo moral global, presionará para desmantelar mecanismos de “neoextractivismo financiero”, presionar a potencias emergentes (China, India, Brasil) su alineación con los compromisos ecológicos globales y hacer evidente la relación de la deuda externa con la inacción climática, pues, como denuncian: “Cada año se extraen 2 billones de dólares del Sur Global”.

No todo es responsabilidad de los Estados

El documento trasciende el llamado a las autoridades políticas y económicas globales. Al colocar en el centro a la persona y no a los Estados, la justicia ecológica también exige a acciones concretas a nivel social, comunitario y familiar.

Por ejemplo, invita a priorizar a mujeres y niñas en la vida comunitaria pues son ellas, dice el documento, las principales víctimas de vulnerabilidad por las crisis ecológicas; también exhorta a reinvindicar la migración climática como derecho humano (los éxodos de pueblos humanos que salen de sus tierras por la devastación climática) y propone que la sociedad aprenda a vivir en una “sobriedad feliz”, es decir, reduciendo el consumo superfluo inspirados en el “buen vivir” indígena y en la “justa medianía” como antídotos al modelo de hiperconsumismo y de cultura del descarte.

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Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de julio de 2025 No. 1566

 


 

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