Durante el rezo del Ángelus, el Papa reflexionó sobre una de las preguntas más profundas del ser humano: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?», tomada del Evangelio de San Lucas (10,25). Según el Pontífice, esta cuestión refleja el anhelo de salvación presente en todo corazón humano, es decir, el deseo de una vida libre del fracaso, del mal y de la muerte.
Por Patricia Ynestroza – Vatican News
Durante el Ángelus, que presidió León XIV desde la Plaza de la Libertad en Castel Gandolfo, el Papa reflexionó sobre la pregunta del Evangelio: «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Explicó que la vida eterna es un don de Dios que se recibe como herencia, no algo que se conquista. Para obtenerla, es necesario acoger la voluntad divina, amando a Dios y al prójimo.
“Lo que el corazón del hombre espera se describe como un bien que se “hereda”. No se trata de conquistarlo por la fuerza, ni de implorarlo como siervos, ni de obtenerlo por contrato. La vida eterna, que sólo Dios puede dar, se transmite al hombre en herencia como de padre a hijo”
Para recibir este regalo, es necesario acoger la voluntad divina, expresada en el mandamiento de amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo. “Jesús es la revelación del verdadero amor hacia Dios y hacia el hombre”, afirmó el Papa.
Un amor que se da sin poseer, que perdona sin exigir y que socorre sin abandonar. Cristo, añadió, se ha hecho prójimo de cada ser humano, y por eso cada persona está llamada a convertirse en prójimo de quienes encuentra en su camino.
“¡Mirémoslo a Él! Jesús es la revelación del verdadero amor hacia Dios y hacia el hombre. Amor que se da y no posee, amor que perdona y no exige, amor que socorre y nunca abandona. En Cristo, Dios se ha hecho prójimo de cada hombre y cada mujer; por eso, cada uno de nosotros puede y debe convertirse en prójimo de quienes encuentra en el camino. Siguiendo el ejemplo de Jesús, Salvador del mundo, también nosotros estamos llamados a llevar consuelo y esperanza, especialmente a quienes están desanimados y decepcionados”
El Santo Padre subrayó que vivir eternamente no significa engañar a la muerte, sino “servir a la vida”, cuidando de los demás en el tiempo que compartimos. “Esta es la ley suprema, por encima de cualquier norma social, y la que da sentido a la existencia”, aseguró.
Finalmente, el Papa pidió la intercesión de la Virgen María, Madre de misericordia, para que los fieles puedan acoger en su corazón la voluntad de Dios y convertirse cada día en artífices de paz.