Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

A veces se infravalora la palabra, por diversos motivos; cuando es vehículo de la mentira o del sofisma, cuando la palabra misma no se vincula con los hechos, hasta se puede afirmar aquello de ‘hechos no palabras’,-facta non verba, que pueden tener valor probatorio en el derecho o su legítima valoración en la historia.

En la perspectiva bíblica en relación a Dios-Yahvé y su palabra, se debe vincular con el hecho, -dabar en hebreo, a través del cual manifiesta su esencia como Creador; Yahvé-Dios al hablar, crea. El dabar de Dios es el modo más elevado de manifestarse.

Lo importante a tener en alta consideración esa comunicación de Dios con la humanidad a través de los Padres, de los Profetas, de esa relación interpersonal con Israel de conocimiento y de amor.

A través de la palabra, Dios establece una alianza con su pueblo, alianza de comunión personal.

Jesús se revela como Palabra y Acción salvíficas de Dios-Yahvé.

El Concilio Vaticano II será un acontecimiento salvífico que afirma claramente la primacía de la Palabra de Dios.

En el número 21 de la Constitución ‘Dei Verbum’, de la Palabra de Dios, nos recuerda que ‘La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la palabra de Dios y del cuerpo de Cristo’.

Por eso el Concilio nos recomienda la lectura orante y asidua de la Sagrada Escritura para adquirir la ciencia suprema de Jesús (cf Flp 3, 8).

Es Jesús, la Palabra, la Promesa, el Cumplimiento pleno de la Revelación, don supremo del amor Divino. Por nosotros el Hijo de Dios, el Verbo, se ha hecho hombre. Es él la Palabra perfecta y definitiva del Padre, a través del cual Dios Padre nos da todo y se nos entrega él mismo.

Por eso para Santa Teresa de Jesús, por dicho del mismo Jesús, él es su libro.

En esta perspectiva hemos de leer y contemplar el pasaje de Marta-María (cf Lc 10, 38-42); Marta la hermana mayor se afana en las acciones propias de la hospitalidad; pero ante su queja por la falta de ayuda de su hermana menor, por escuchar la palabra de Jesús, Jesús le señala ‘que María escogió la mejor parte y no le será quitada’.

Es la Palabra de Dios, la que es fuente de nuestra actividad, le da sentido y de ella recibe el impulso para la vida diaria, en todos los campos, porque sin la oración orante de la Palabra las acciones pueden perder la fuerza del amor, del entusiasmo y de la alegría.

Todos los miembros de la Iglesia, hemos de escuchar la Palabra, para orarla en este diálogo amoroso y contemplativo; hemos de dejarnos iluminar por ella, para que a través de ella seamos prolongación del Dabar- Yahvé, de la Palabra y Acontecimiento de salvación, Jesús.

Tengamos presente que el Señor, nos habla en el silencio interior del corazón, a través de su Palabra de la Santa Escritura, de la Tradición, del Magisterio de la Iglesia, de la exégesis viva de los santos, cuya Palabra permea, diríamos, en estos ‘agentes’.

 
Imagen de Arnie Bragg en Pixabay


 

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