Por Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

LOS SALMOS, ALMA DE MI ORACIÓN

Se trata de una lamentación comunitaria en la cual se pide una intervención divina. El orante termina expresando su confianza en la Palabra divina sincera y omnipotente.

La situación es grave por la falta de fidelidad y sinceridad en las relaciones humanas. Se da la palabra dolosa y la doblez de corazón, -dos corazones. Los dirigentes de la sociedad se sienten autosuficientes y organizan la vida sobre relaciones falsas. Con cierto pesimismo el orante señala que ya no hay piadosos ni fieles. De este modo se encara la situación de corrupción. Aunque siempre ha existido un resto fiel en Israel que mantiene la esperanza.

Los malvados usan su lengua como medio de poder; buscan imponerse a los débiles. Se consideran fuertes por su palabra fraudulenta.

Dios tiene su oráculo de salvación, su palabra es superior. Las promesas de Dios son limpias de toda mentira y error; son sinceras, como plata acrisolada siete veces, es decir, de modo infinito.

Al final el orante pone toda su confianza en Dios quien está en contra de los insolentes y altaneros.

La sinceridad ha de ser característica singular de los discípulos de Jesús (Mt 6,37).

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de marzo de 2023 No. 1443

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