Por P. Fernando Pascual
¿Existe alguna conexión entre el modo de entender la naturaleza humana y la existencia de Dios?
Hay un modo que parece sencillo para abordar una pregunta tan compleja: ver qué ocurre a la idea de naturaleza humana si negamos que exista Dios, y si afirmamos que exista Dios.
Si Dios no existe, como han defendido no pocos autores del mundo moderno, la idea misma de naturaleza (humana y no humana) queda puesta entre paréntesis. ¿Por qué? Porque el mundo quedaría explicado como una serie de procesos en los que lo material sería todo.
En otras palabras, si Dios no existe no habría ningún “proyecto”, ningún plan de Dios a la hora de dar origen al mundo con su complejidad. Ese mundo sería comprensible simplemente como la suma de mayor o menor cantidad de elementos materiales, sin que hubiera estructuras formales (naturalezas) que explicasen la diferencia entre piedras, plantas, animales y seres humanos.
Si Dios existe, como han defendido también un buen número de pensadores del pasado y del presente, el mundo quedaría enmarcado bajo un proyecto, una serie de ideas que luego se convertirían en naturalezas (modos de ser), entre las que encontraríamos a la especie humana.
En esta segunda posibilidad, Dios causaría el mundo a partir de ideas, de “modelos”, que explicarían la diferencia radical entre no vida (una piedra) y vida; y, entre los vivientes, entre plantas, animales y seres humanos.
En la primera perspectiva (no hay Dios), ¿qué lugar podría tener la idea de naturaleza humana? Prácticamente sería una noción elaborada sin fundamento metafísico, que dependería del modo de definir al hombre que cada uno escoja según criterios variables.
Por ejemplo, para algunos solo habría naturaleza humana (y dignidad) en quienes muestran un lenguaje inteligencia, o tienen autoconciencia, o manifiestan proyectos más o menos comprensibles.
En la segunda perspectiva (hay Dios, y es un Dios creador), la naturaleza humana no dependería de parámetros “externos”, como entre los negadores de Dios, sino que surgiría desde un deseo directo de Dios, a partir del cual bastaría con pertenecer a la especie humana para tener dignidad, sea cual sea la situación o las actividades que uno pueda poner en marcha.
La no existencia o la existencia de Dios resulta ser, por lo tanto, determinante a la hora de comprender mejor si exista una naturaleza humana, si esa naturaleza muestre una diferencia radical entre lo no humano y lo humano, y si esa naturaleza fundamente o no la dignidad igual para todos y cada uno de los que serían comprendidos bajo una sola idea y según un acto creativo directo desde la mente y la voluntad de Dios.
Imagen de StockSnap en Pixabay