Por Rebeca Reynaud

En la mente del Papa Pío XII había un hombre que destacaba como ejemplo de fortaleza y como verdadero gigante espiritual: Giuseppe Melchiorre Sarto (1835-1914), Pío X como Papa. Era un hombre que “predicaba con el ejemplo”, dijo el mismo Pío XII.

Cuando fue elegido Papa Pío XII, estuvo pendiente del progreso de su causa de canonización. La persona a cargo de la investigación de la causa era el P. Ferdinando Antonelli, un fraile franciscano. Al Papa Pío X se le atribuían cuatro milagros canónicamente. Pío XII consideró que Pío X era un ejemplo de santidad para los Papas y sacerdotes y sería edificante tenerlo en los altares y difundir sus escritos.

No mucho después de haber beatificado a Pío X, el Santo Padre llamó al abogado canonista a cargo del caso, al P. Ferdinando Antonelli. El Santo Padre le preguntó: “Según sus cálculos, ¿cuánto tiempo necesitará para completar la causa del Beato Pío X?”. A lo que respondió: “Si todo procede como debería ser, calculo que en menos de cincuenta años todo deberá estar en orden”. Pío XII dejó pasar un año y lo citó de nuevo por el mismo motivo. Y el P. Antonelli le dio la misma respuesta del año anterior.

Una mañana, no mucho después, el Papa lo envió a un convento en los Alpes Suizos, bastante aislado, incómodo, con un clima inclemente y con una cocina pasable. Se fue para allá el P. Antonelli con todos los documentos de la causa de canonización de San Pío X, y no debía regresar a Roma hasta completar toda la documentación necesaria y tener en sus manos el expediente final para la causa de canonización del Beato Pío X.

El P. Antonelli tardó menos de tres meses en terminar la causa que, bajo circunstancias más cómodas, habría requerido cincuenta años más. Regresó a Roma, con todo su trabajo terminado, ¡después de sólo tres meses de invierno en los Alpes! Y el Papa Beato fue canonizado tres meses después de eso. El P. Antonelli rompió todos los récords del Vaticano para la proclamación de un santo. Ese tiempo récord había sido el quinto milagro del Papa Pío X, aunque nunca quedaría documentado como tal (Cfr. Charles Theodore MURR, The Godmother. La Madrina, Madre Pascalina. Una proeza femenina, Coppell, TX, EE.UU., 2022, p. 94-97).

San Pío X es recordado porque con su encíclica Pascendi (1907) acabó temporalmente con las ideas de los modernistas, por su esfuerzo en la reforma del catecismo y por su amor a la Eucaristía. Es patrono de los catequistas.

 

Retrato de Pío X por Pedro Subercaseaux, hacia 1903


 

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