Por P. Fernando Pascual
Toda tarea educativa, en casa, en la escuela, en la universidad, o en tantos otros ámbitos, se construye desde fines más o menos concretos.
Un fin que parece obvio sería ayudar a las personas a conocer la realidad. El mundo que nos rodea, en lo grande y en lo pequeño, se nos presenta como un panorama inmenso que suscita nuestros deseos de aprender.
Como resulta obvio, no podemos aprenderlo todo. Por eso el fin de conocer la realidad se restringe y concretiza de muchas maneras.
Algunas realidades que deseamos conocer son sencillas, para cada día. Cómo asearse bien. Qué dieta resulta más saludable. Cómo tener la casa más limpia. En qué manera descubrir si un mensaje es “bueno” o estamos ante una estafa.
Otras realidades son más complejas: los conocimientos de una carrera de derecho, o de arquitectura, o de botánica, o de química, o incluso de ciencias sobre la formación (aprender a enseñar…).
Para cualquier fin (realidad) que deseamos conocer, leemos, preguntamos, acudimos a cursos más o menos organizados, preguntamos a la así llamada Inteligencia artificial (IA) en Internet.
Encontramos, así, muchas realidades que quisiéramos conocer mejor, que suscitan nuestro deseo de aprender. Junto al deseo de aprender, encontramos a personas concretas, maestros, padres de familia, amigos, escritores, que ofrecen ayuda, que pueden enseñarnos.
Suponemos que esas personas que enseñan y educan (existen matices que diferencias esos dos términos, pero no vemos eso ahora) son honestas, conocen bien aquello de lo que hablan, y tienen una mínima competencia a la hora de compartir sus conocimientos.
En todo encuentro educativo, los fines siguen siendo muy sencillos y claros, pero no siempre fáciles: salir de la ignorancia para avanzar hacia el conocimiento.
Ese conocimiento, ya lo decían los antiguos, nunca será completo, porque la realidad es inmensa y supera en mucho las capacidades de los humanos y de las mejores computadoras.
Pero ese conocimiento que adquirimos al aprender, en la medida en que nos acerca a nuevas verdades, explica la belleza de los fines de la educación, y la belleza de las relaciones que se establecen entre quienes enseñan y quienes aprenden.