¿Cómo superar una emoción que nos desgasta?

Por Cecilia Galatolo

En el año del Jubileo me pidieron que hiciera un podcast sobre el tema del rescate o redención. Mientras reflexionaba sobre qué decir, pensé en cuántas veces asociamos nuestro rescate personal con una supuesta o real superioridad respecto a los demás. Al mismo tiempo, corremos el riesgo de evaluar la vida, no en función de nuestros talentos y objetivos, sino haciendo comparaciones constantes con los demás, dejando así espacio a una emoción negativa y destructiva: la envidia.

Una emoción que nos hace distorsionar la realidad y refugiarnos en la infelicidad

Los guionistas de la exitosa película de dibujos animados Inside Out (Intensamente) dibujaron a Envidia pequeña y azul, pero con la cabeza y los ojos grandes que le permiten observar el mundo. Esos grandes ojos siempre se posan en la hierba del vecino, que es notoriamente más verde.

El cuerpo es diminuto, lo que hace referencia a lo que hay detrás de este sentimiento: baja autoestima. Quien siempre envidia a cualquiera y a todos, básicamente, no se estima a sí mismo.

Si sentir esta emoción, a veces, es completamente normal, también es cierto que, cuando no se contrarresta y se deja actuar en el día a día, puede dañar nuestra vida y nuestras relaciones.

Las redes sociales fomentan y aumentan exponencialmente el riesgo de sentir o querer despertar envidia. Los mercados virtuales, que fomentan la conexión entre personas distantes, son utilizados a menudo por los usuarios como “escaparates”. Estas herramientas no siempre aumentan el intercambio y la comunión. A veces, más bien, alimentan la competitividad.

Aquí nos gustaría ofreceros cuatro consejos para centraros más en vuestra propia vida en lugar de desgastaros por lo que, aparentemente, otros tienen más que vosotros.

1. Entrenarse en la gratitud

El mandamiento “No codiciarás los bienes ajenos” no es solo una forma de respetar a los demás, es ante todo una forma de libertad para nosotros mismos. Para dejar de reprocharle a la vida que no nos ha dado lo que tiene nuestro vecino, debemos empezar a dar gracias por las pequeñas y grandes alegrías que tenemos. Cuanto más aprendamos a agradecer, más motivos encontraremos para hacerlo. Sin embargo, requiere un verdadero entrenamiento: como quien empieza a correr un kilómetro y, poco a poco, se encuentra haciendo dos y luego tres. Quien empieza a dar las gracias por tres aspectos positivos de su vida, se encontrará, en poco tiempo, apreciando cinco y luego diez. Podríamos decir que… ¡Si el apetito viene con el comer, la gratitud viene con el agradecer!

2. Cambiar de tema si alguien critica a otro en nuestra presencia

A veces, interrumpir una conversación malintencionada -aunque no la hayamos iniciado- puede no ser fácil: si somos sinceros, nos damos cuenta de que hablar mal de alguien nos provoca una especie de satisfacción. Al menos en ese momento podemos sentirnos mejor que la persona a la que criticamos. Sin embargo, no es una alegría verdadera, es un placer efímero. La alegría que perdura siempre tiene su base en una acción que edifica. Un ejercicio para superar la envidia puede ser, entonces, hacer todo lo posible por mantenerse al margen de las conversaciones llenas de celos y superioridad. Si eso no es posible, nos vamos o nos salimos de la conversación.

3. Esforzarnos en felicitar a la persona que tendríamos el instinto de “destruir” por envidia

«Competid en estimaros los unos a los otros» es un pasaje de una carta de San Pablo. Podemos aprender, aunque se necesite lucha interior, a ver y reconocer lo bueno de los demás. Esforzarnos por alabarnos mutuamente, cuando reconocemos un talento, un logro, algo bonito y bueno en la persona que tenemos al lado, es un excelente antídoto contra la envidia que su bondad despierte en ti.

Comprobarás que, al hacerlo, no sólo no perderás nada, sino que saldrás ganando. La humildad y la estima hacen que las relaciones sean más maduras, profundas, sólidas y bellas.

4. Aprender de la persona que más tiene o que está más adelantada en algo: también se puede ser aliados, no sólo adversarios

Puede ser que aún falte algo importante en tu vida, pero tendrás que admitir que envidiando al otro no ganarás nada, no obtendrás más estabilidad emocional, ni un trabajo más satisfactorio, ni relaciones más sólidas. Será más constructivo que te preguntes qué puedes aprender de la persona que admiras, es decir, qué virtudes puedes imitar. El secreto es precisamente este: pasar de la envidia a la admiración: esto también puede llevarte a dar los pasos necesarios para hacer realidad aquellos sueños que quizá tenías enterrados en un cajón.

 

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Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de agosto de 2025 No. 1569

 


 

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