Por José Luis Oliva

Se multiplican, los comités, los coloquios, las alertas y las propuestas filosóficas que claman por una inteligencia artificial (IA) “humanista”. Pero… ¿de qué humanidad hablamos cuando renunciamos, poco a poco, a pensar por nosotros mismos?

Los tres documentos muy recientes al respecto: Antiqua et Nova del Vaticano, la entrevista al científico Ricardo Baeza-Yates y el reciente libro Una teoría crítica de la inteligencia artificial de Daniel Innerarity—, abordan el tema desde ángulos diversos, aunque convergentes: la necesidad de una ética, de una regulación, de una consciencia sobre el rol de la IA en nuestras vidas. Y, sin embargo, falta algo esencial. Falta el componente olvidado. Falta el ser humano que decide crecer, que decide integrarse en lugar de sustituirse.

¿Gobernar o delegar?

Innerarity plantea un dilema inquietante: ¿quién decide cuando nadie decide? El Vaticano, en Antiqua et Nova, advierte con claridad: “la IA no debe reemplazar la responsabilidad ética del ser humano”, y Ricardo Baeza-Yates: “Lo peligroso no es que la IA tome decisiones, sino que nosotros dejemos de tomarlas”. Pero estas advertencias serán letra muerta si el ser humano se rinde —no porque no pueda competir con la IA, sino porque no se entrena.

La consciencia como tecnología olvidada

Aquí entra el corazón de esta reflexión. Los marcos éticos, los modelos predictivos, las cartas abiertas, los tratados eclesiales, todo eso es valioso… pero no suficiente. Lo que falta es una tecnología interna, un entrenamiento radical de la mente humana, una conciencia aumentada que nos permita colaborar con la IA, no competir con ella.

La relación humano-IA no puede entenderse como un binomio de control ni de sumisión. Debe pensarse como una simbiosis de inteligencias, como la integración de agentes naturales y artificiales en equipos cognitivos mixtos. Pero para eso, el humano debe hacer su parte. Y esa parte, no se delega: se entrena, se cultiva y se vive.

El futuro no es IA + Ética. Es IA + Humanidad Despierta

Podemos citar los 117 puntos de Antiqua et Nova o los 457 de Innerarity, podemos apelar a Turing, Hobbes o a la Doctrina Social de la Iglesia. Pero si el humano no desarrolla su pensamiento crítico, entonces no se trata de que la IA nos sustituya. Somos nosotros quienes, por desidia, nos vamos sustituyendo solos.

Hoy, más que nunca, se impone una nueva “etIcA»:

“e” de entrenamiento interior

“t” de tecnologías mentales

“I” de integración con agentes inteligentes

“c” de consciencia colectiva

“A” de acción transformadora

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de agosto de 2025 No. 1570

 


 

Por favor, síguenos y comparte: