Por José Ignacio Alemany Grau, obispo Redentorista

Reflexión homilética 17 de agosto de 2025

Domingo XX del tiempo ordinario – ciclo C

Hay una enseñanza fundamental en la Iglesia de Jesús. Él ha enseñado a todos los hombres y mujeres, de antes y de después, del Antiguo y nuevo Testamento, a dar la vida por el bien del pueblo de Dios. Las cruces que vemos por doquier nos recuerdan la entrega amorosa del Maestro de Nazaret.

Jeremías

Quisieron eliminarlo porque según sus enemigos con sus profecías desmoralizaba la ciudad, y lo metieron en un aljibe que no tenía agua, pero tenía tanto barro que hubiera muerto si no hubiera sido porque, a última hora, Ebedmelek providencialmente fue a pedir al rey Sedecías: «Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías arrojándolo al aljibe donde morirá de hambre».

El rey le ordenó sacar del aljibe al profeta Jeremías «antes de que muera».

Así, providencialmente, el Señor salvó a su profeta que había sufrido tanto.

Salmo 39

En el salmo responsorial encontraremos la respuesta de Dios al profeta Jeremías:

«Yo esperaba con ansia al Señor. Él se inclinó y escuchó mi grito…

Afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos».

Y con gozo el salmista llega a exclamar:

«Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios…

Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí.

Tú eres mi auxilio y mi liberación. Dios mío no tardes».

Hebreos

La Carta a los hebreos nos pide evitar todo lo que entorpece nuestro camino para correr en la carrera que nos toca, siguiendo el ejemplo de «Jesucristo que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios».

Concluye el texto pidiéndonos: «Recordad al que soportó la oposición de los pecadores y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado».

Verso aleluyático

Nos recuerda una vez más al Buen Pastor que habla de los que le siguen y se conocen mutuamente: «Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen».

San Lucas

Nos presenta la contradicción, al menos aparente, del mensaje de Jesucristo que, por un lado, nos habla de la paz, y por otro, del fuego de la separación:

«He venido a prender fuego en el mundo y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!»

Jesús mismo habla de que Él «tiene que pasar un bautismo y qué angustia hasta que se cumpla».

Seguramente porque los apóstoles se dieron cuenta de esta contradicción entre la paz y el fuego, Jesús mismo pregunta y Él mismo se da la respuesta:

«¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división».

A continuación, Jesús concreta cómo hasta en una familia habrá verdadera división entre los que sigan su doctrina y los que la rechacen.

Así, amigos, nos deja Jesucristo a los que le seguimos: entre el fuego y la paz. La fidelidad nos obligará en ocasiones incluso a dejar a la familia por seguir a Jesús.

 


 

Por favor, síguenos y comparte: