Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC
En la cultura del poseer, parece que todo cuesta; nada es gratuito. Se debe, se presta, se exige. Se considera normal cobrar intereses, como lo estipulan los bancos, que difícilmente pierden.
Así se tiene un tipo de ser humano bajo el signo del dinero, insolidario, consumista, de corazón estrecho y miserable. Su horizonte no es superior a un palmo de su nariz.
Dentro de esta lógica, se ama, -a veces, al que ama, se es amable con el amable. Se justifica el egoísmo. Parece que el ‘Anciane Régime’, de privilegios contra el que luchó la Revolución Francesa, -en la práctica, pervive en ciertos modos y costumbres.
El ‘Anciane Régime’, se vive en la hipocresía de los que se presentan como los partidarios defensores de los pobres; en su vida privada, – aunque hoy escandalosa, viven y justifican estamentos de nacimiento o de privilegio.
Cuando se toma la bandera de los pobres y se contradice en los hechos, es una ofensa para los pobres que dicen defender y es un agravio para sus propias personas y envilecen su política.
La Escuela de Jesús, que es la Escuela del Evangelio, privilegia de facto a los pobres; Jesús mismo es pobre, que no tiene ni siquiera donde reclinar su cabeza.
Él opta por los excluidos, marginados y desamparados. Si como Iglesia queremos seguir a Jesús, hemos de vivir el compromiso de ser dichosos por evitar buscar los primeros lugares y esperar la recompensa inmediata. ‘…cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cundo resuciten los justos’ (Lc 14, 1, 7-14).
El ser de Dios, es compartir su misma esencia divina, a cada persona divina, por eso Dios es el Amor fontal tripersonal. Desde él, tenemos su proyecto de poseer su ser divino y entrar en comunión con cada una de las personas divinas, y vivir la comunión de hermanos, en la libertad, en el gran respeto y valoración de la condición de personas humanas.
Dios en su naturaleza divina a través de la acción de las divinas personas irradia su ser y nos invita a poseer esencial y dichosamente su ser divino.
Para Jesús, el Verbo encarnado, que realiza el plan del Padre en la comunicación del Espíritu Santo, privilegia a los débiles e indefensos, a los niños, a los pobres, a los enfermos.
En él hemos de actuar a favor de ellos y no por quien nos paga o paga mejor.
El amor irradia el desinterés. En el dar está el recibir y el gozar no ser solo un ser en recepción, sino un ser en total donación, hasta la Cruz.