Por Juan Diego Camarillo

FOTOS: Catholic Press Photo/Cortesía

Con motivo del Día Mundial de la Fotografía, que se celebra el 19 de agosto, El Observador entrevista a Alessia Giuliani, fotógrafa italiana con más de 25 años de trayectoria y la primera mujer en fotografiar desde dentro del Vaticano. Hija del vaticanista Giancarlo Giuliani, continúa el legado de Catholic Press Photo, agencia que desde hace 45 años —y desde el Concilio Vaticano II— documenta con respeto y sensibilidad la vida de la Iglesia.

¿Cómo se siente fotografiar momentos que muchas personas no pueden ver en persona?

Es un gran honor, pero también una gran responsabilidad. Siempre trato de recordar que no estoy simplemente tomando una foto: estoy tratando de contar algo profundamente importante para muchas personas. Lo vivo con humildad, tratando de ser un puente silencioso entre lo que sucede y quienes no pueden estar allí.

¿Recuerda la primera vez que sintió que una de sus imágenes decía más que la propia noticia?

Sí, fue una foto del Papa Juan Pablo II con el rosario en la mano, en Pompeya, en plena enfermedad. El sufrimiento en ese gesto, su mirada, las manos… la atmósfera decía más que mil palabras. Me di cuenta de que, a veces, la verdad más profunda no está en los titulares, sino en los detalles silenciosos.

Papa Juan Pablo II con el rosario en Pompeya

Papa Juan Pablo II con el rosario en Pompeya
Esta foto fue tomada durante uno de los momentos más intensos del pontificado de San Juan Pablo II, ya marcado por la enfermedad. El gesto del rosario llevado a la frente, la cabeza inclinada, el silencio recogido… todo habla sin necesidad de palabras. Es una de esas tomas en las que sentí que la imagen contaba más que la propia noticia. El dolor, la fe, la fuerza y la fragilidad de un hombre que se entrega totalmente a Dios.

¿Cuál es la diferencia entre cubrir un evento político y cubrir la presencia del Papa?

Son mundos completamente distintos. La política tiene ritmos más intensos, está hecha de estrategia, confrontación, declaraciones. Con el Papa se entra en una dimensión más interior, donde todo tiene una profundidad distinta. Se necesita una mirada atenta pero silenciosa, capaz de captar la espiritualidad incluso en los gestos más simples.

¿Hay alguna imagen que no logró capturar?

Un momento con el Papa Benedicto en el Palacio Apostólico, tras una audiencia privada. Al salir por una puerta equivocada, me lo encontré de frente, estábamos solos. Fue una escena inesperada, casi suspendida en el tiempo. Estaba lista, pero algo me detuvo: tal vez el respeto, tal vez el temor de interrumpir ese momento. Lo conservo en el corazón como una inspiración, no como un arrepentimiento.

¿Cómo se prepara uno para captar lo sagrado sin perturbar el Misterio?

Con respeto, silencio y mucha discreción. Antes de cada cobertura me recuerdo que estoy allí para servir, no para ser vista. Lo sagrado no se fuerza: se espera, se escucha… y cuando se manifiesta, hay que estar preparado, pero siempre con delicadeza.

¿Cómo cambia la mirada de una mujer detrás del objetivo, en un mundo históricamente masculino como el Vaticano?

Creo que cada fotógrafo aporta su mirada única, más allá del género. Pero quizás, como mujer, he aprendido a acercarme con más delicadeza, a observar sin imponer, a leer entre líneas. No para competir, sino para contribuir con un toque diferente, personal.

En tiempos de inmediatez y redes sociales, ¿qué hace que una imagen sea verdaderamente duradera?

La autenticidad. Las imágenes que perduran son aquellas que tocan algo verdadero, que van más allá de la superficie. No necesitan impresionar: necesitan hablar. O, a veces, simplemente susurrar.

¿Cuál ha sido el momento más difícil que ha vivido con la cámara en mano?

El funeral del Papa Benedicto XVI. Un momento de dolor profundo, muy íntimo para mí, donde el silencio decía más que cualquier imagen. Estaba allí con la cámara en mano, pero me pregunté mil veces si era correcto fotografiar. Al final, hubo momentos en los que decidí no disparar. Creo que eso también forma parte de nuestro oficio.

¿Qué fotografía mostraría a alguien que no cree en Dios?

Una mano del Papa Francisco acariciando a un enfermo. Una foto muy simple. No hace falta un altar para contar a Dios: a veces basta un gesto humano, cargado de amor. En esos instantes, lo sagrado se vuelve visible incluso para quien no lo busca.

El Papa Francisco acaricia a un enfermo
Una mano que acaricia, una mirada que se encuentra. Es una imagen sencilla, pero para mí profundamente sagrada. No hace falta un altar para contar a Dios: a veces basta un gesto humano, cargado de amor y compasión. Mostraría esta fotografía a cualquiera que piense que la fe es solo rito o doctrina. En ciertos momentos, el Evangelio pasa a través de un toque, una caricia, una presencia.

🔗 www.catholicpressphoto.com

Actualmente, Catholic Press Photo es una agencia especializada en fotografía socio-religiosa, con una perspectiva particular sobre lo que sucede dentro y alrededor del Vaticano, pero siempre con una mirada abierta a la realidad italiana e internacional.

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