Por P. Fernando Pascual
En las redes sociales giran y giran frases sobre una cantidad enorme de temas: la guerra y la paz, la justicia y la corrupción, la moda y la comida, la bioética y la medicina, la política y la historia.
Muchas de esas frases han sido pronunciadas o escritas por personas concretas, algunas realmente ingeniosas, y luego se divulgan con velocidad sorprendente.
Surge un problema cuando tales frases aparecen en páginas de “influencers”, o de particulares, sin ninguna indicación sobre su autoría, con el riesgo de hacer pensar a los seguidores o lectores que la frase pertenece al dueño de esa página (de Facebook, Twitter o X, Instagram, TikTok y parecidos).
Un segundo problema radica en atribuir esas frases a quienes no las dijeron, sean personajes del pasado o del presente, con el engaño que ello puede provocar en la gente, sobre todo en los que suelen reenviar mensajes con textos o vídeos.
Las prisas que caracterizan a muchos usuarios de redes sociales hacen difícil mejorar la situación. Pero resulta posible, con una buena conciencia ética, y con el deseo de ayudar a los visitantes de mi página, ser honestos y decir de quién es esta frase que nos invita a la reflexión.
Si no sabemos el autor, podemos buscarlo. Y si no lo encontramos (ni siquiera con la ayuda de instrumentos como ChatGPT y parecidos), al menos bastaría con decir algo así como esto: recibo y reenvío.
Esa sencilla frase da a entender que una buena frase no es autoría de quien ahora la pone en su página, sino que la ha recibido o leído en algún lugar.
No todos tienen vocación de detectives ni encuentran tiempo para indagar quién dijo y quién no dijo esta frase ingeniosa. Pero todos sí podemos hacer un pequeño gesto de honradez para atribuir a sus autores una buena sentencia, o para indicar claramente que no es nuestra, sino que ha sido leída en algún lugar de estos mundos casi infinitos de Internet…






