Por Rebeca Reynaud

El doctor Luis Romera explica que hoy hay una exigencia de autenticidad. Si yo no fuera auténtico me sentiría defraudado incluso ante mí mismo.

La exigencia de autenticidad convive con una sociedad sin Dios, y hoy, lo religioso empieza a perder sentido. Observamos que países de profunda tradición católica se han secularizado. La vivencia religiosa estaba presente, pero no suficientemente interiorizado. En este contexto, lo que acontece es que nos encontramos en una sociedad que ve la exterioridad, y si mira hacia adentro lo que ve es la exterioridad.

Hoy se pone el acento en el poder, la imagen, el estatus, el placer, y eso hace que nos vayamos vaciando. Vivir desde la exterioridad conlleva que la interioridad que encuentro son las emociones. Las emociones están inducidas por la exterioridad. Buscamos ser estimulados para poder vivir. Se piensa que, sin emociones no soy auténtico. De ahí que veamos el afán de muchos por correr en motos o coches y el amor por deportes que segregan adrenalina. Si le preguntas a un joven: ¿Dónde cifras la autenticidad? Seguramente contestará: En las emociones, pero ello conlleva ansiedad, desaliento.

En el mundo de las emociones, hay que formar la sensibilidad. Mucha de la sensibilidad me viene dada por los genes y la educación, pero la sensibilidad se educa, se forma si me apego a las ideas de fondo. Así la persona edifica su mundo emocional.

Por otra parte, hay una sensación de que hay que tener una imagen, y vivir hacia lo exterior, y esto lleva a una sensación de vacío. Por eso una característica de la formación es que las personas tengan interioridad.

Vamos a usar la metáfora a partir de la imagen de una almendra. Esta semilla tiene piel verde, aterciopelada. La piel es el ámbito de las emociones, es importante para la almendra, pero no son la almendra. Después viene la cáscara que es el mundo de las ideas, por ejemplo, ideas profesionales, deportivas … La cáscara es la esfera de los comportamientos. Es importante pero detrás de los comportamientos ¿qué hay dentro? Preguntamos por las emociones. Tengo acceso a las emociones de los demás en cierta medida.

Vivir en las emociones tiene el riesgo de inhibir sentimientos profundos. Cuando una persona se emborracha inhibe todo lo profundo, así hay quien bebe para olvidar las penas. Es una huida. Estar a merced de las emociones lleva a no tener ideas ni sentimientos profundos. Llegar a la almendra es llegar a la intimidad de la persona.

La advocación de la Virgen Madre del Amor Hermoso. ¿qué dice? Nos dice todo ser humano tiene en lo más profundo de su intimidad el anhelo de un amor hermoso. A veces lo ignoramos, pero allí está. Reconocer ese anhelo, cultivarlo, es mucho más profundo que sus deseos profesionales, que sus emociones, ya que es su intimidad. Ese anhelo es Cristo. Si estamos con Cristo seremos capaces de tener un amor hermoso.

El eje de coordenadas de toda la formación podría ser: La magnanimidad (corazón grande) y la unidad de vida.

La magnanimidad de la cultura clásica es la del magnate. Es distinta a la que queremos. La magnanimidad que valoramos es la actitud de la viuda pobre que da dos moneditas. Desde esa magnanimidad se construye la unidad de vida. ¿Qué significa formar en magnanimidad?

Las ideas madres son lo más profundo de la persona. Son ideas que iluminan, sostienen, dan solidez. A las ideas madres podemos volver. Debemos apegarnos a nuestras ideas madres porque dan fortaleza en los momentos de sequía y de hambre. Esta es una idea madre: “No estamos solos”. ¿Quién trabaja esta idea? La deben cultivar los padres de familia, los profesores y la persona misma.  Además, Cristo me ha elegido con predilección (Carta a efesios), pero esto requiere que la persona entre en su mundo interior. Estas ideas se trabajan con la inteligencia, con el corazón, y, ante todo, con ayuda de buena gente. El testimonio, el buen ejemplo, da luz, ayuda a interpretarme, a conocerme, a entrar en mí. No es para ensimismarse, sino para encontrarse con los demás y con Dios, no es un solipsismo. Es un camino que lleva a la trascendencia.

Toda persona se plantea “yo, ¿quién soy?”.

Un profesor de arte alemán dio una conferencia sobre “la autoconciencia del artista a la luz del autorretrato”. Al llegar al autorretrato de Durero (1500) la gente suele percibir que ese retrato se parece a los de Cristo, ¿por qué? porque él se entiende a la luz de Cristo. Y es que, sin Cristo yo no me entiendo, no sé qué hacer con mi vida. Así, después de reflexionar, se entiende que ante el misterio del mal la única respuesta es Jesucristo.

Parece que el maligno quiere ensuciar la creación para hacer irreconocible su verdad y su belleza.

El Logos encarnado está coronado con una corona de espinas. En esta figura doliente podemos ver la belleza profunda de nuestro redentor, dice Benedicto XVI, ¿Cómo es capaz de decirlo así? Porque lo lleva dentro.

Cuidar la unidad de vida desde el corazón grande de Cristo, se trata de decir lo que llevo dentro. Oriento mi proyecto desde la magnanimidad. Luego, trato de comportarme desde la magnanimidad. Así la persona tiene los recursos para superar las obsesiones, los rencores y traumas.

Al educar hay que apelar a la experiencia de las personas. Eso requiere atención de parte del profesor. Debe pensar qué debe hacer para que los grandes temas aparezcan.

Imagen de Freddy en Pixabay


 

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