Por Jaime Septién

Viene pronto la canonización de Carlo Acutis. Como buen millenial, este hecho no ha pasado desapercibido por las redes sociales. Miles han hecho una semblanza para proponerlo como un modelo de santidad alcanzable en los tiempos de la realidad virtual. Y está bien. Muy bien. Este joven se preocupó por difundir el amor por los pobres y por la Eucaristía. Es el ejemplo de lo glocal, es decir, pensar globalmente y actuar localmente. En otras palabras: dar amor al que tienes en la esquina de tu casa y propagar el amor de Dios a través de internet.

Pero hay algo más que me parece importante de Carlo Acutis y que es el modo de hacer comprender el Evangelio que nos está marcando la actualidad. Y ese algo ya estaba en el pensamiento de san Juan Pablo II. Lo voy a decir de manera muy sencilla de entender: no usar las redes sociales para repetir la doctrina, mucho menos para satanizar a los no creyentes o a los “hermanos separados”. Introducir en ellas —y también en nuestra vida cotidiana— el lenguaje del amor de Dios por el hombre y por la Creación.

Aún el corazón más endurecido es capaz de captar las señales del amor. Y Dios —recuerden a san Juan— es amor. Porque el amor nos hace pensar en cosas grandes, como les dijo Laón XIV a los jóvenes hace un par de semanas durante el Jubileo. Cambiar el enviar estampitas piadosas a nuestros contactos por testimonios de gratitud, historias de vida que generen esperanza (de creyentes y no creyentes), dejando atrás pesimismo, escepticismo, conspiraciones y violencias.

Si hay algo que distinguió a Carlo Acutis fue la alegría. Cuando vemos a un Papa que le va al San Lorenzo de Almagro o a los Medias Blancas de Chicago; cuando vemos a otro que se tomaba cerveza alemana con su hermano, o aquel que le encantaba esquiar en nieve, ¿por qué nos empeñamos en transmitir ñoñerías o salvajadas? Si puedes, decía el católico Chesterton, come tu filete y toma tu cerveza. Y reza por los que sufren en Gaza mientras ayudas al que sufre en tu colonia y llenas de esperanza a los de tu chat.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 31 de agosto de 2025 No. 1573

 


 

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