Por Rebeca Reynaud

La pereza es la falta de voluntad para el esfuerzo o la actividad. La pereza nos puede quitar la felicidad. En esta conducta destructiva puede estar el origen de todos nuestros males. Hay desgana para hacer lo que tenemos que hacer, omitimos nuestros deberes. Cuando hablamos de descuido o evasión nos estamos fugando. Aquella frase: “A las 8 ya no existen papá y mamá”.

Otra manera de pereza es el activismo: nos ocupamos de muchas cosas, pero no terminamos ninguna, además, esas tareas no son mi responsabilidad. El activismo también es pereza.

Perfil del perezoso

La persona floja se aleja del trabajo y de todo lo que le suponga un esfuerzo. El perezoso empieza una tarea y no la termina; empieza a estudiar un idioma y lo acaba de aprenderlo, lo abandona. Otras veces el perezoso se pasa la noche trabajando por lo que no hizo en varios días. ¿Qué tendrá de malo estar acostado revisando el celular? En desaconsejable porque la mente no descansa. Tu mente está diseñada para no descansar.

La mente está ociosa y allí se empiezan a cultivar los malos hábitos. Te metes a las redes sociales y se te empiezan a antojar alguna compra o alguna comida. Vemos en las redes personas que gozan de algo y en nosotros se despierta la envidia. Dentro del perfil del perezoso está el aplazar lo que tiene que hacer para otro día. La cumbre de este mal hábito es la procastinación, es este hábito de aplazar los deberes. El perezoso es irresponsable y vive en depresión permanente porque aplaza sus responsabilidades y con ello su autoestima baja. Hay una soledad profunda e intensa. Lo terrible de esta situación es que no se queda allí. Las consecuencias pueden ser de muerte, porque nos quita el placer del deber cumplido.

Este pecado nos puede hacer ociosos, apáticos, indolentes e indecisos para cumplir cualquier tarea. Provoca nos sintamos buenos para nada. Esto trae apatía.

Vamos a revisar un capítulo de la Biblia, hay que leerlo o escucharlo con los ojos del corazón. Es la historia de David y Betsabé. David se levanta tarde de la cama. David podría haber ido a la guerra, pero no lo hace. David se pasea por su terraza y ve a una hermosa mujer en la casa contigua que se está bañando; la ve con ojos de lujuria. David manda averiguar quién es. Le dicen que es la esposa de Urías, el hitita. La manda traer, se acuesta con ella y la devuelve a su casa. La mujer, Betsabé, queda embarazada y se lo notifica al rey. El rey David manda traer a Urías, el esposo de Betsabé, que está en la guerra. Llega, le pregunta cómo va la guerra, y éste le informa; el rey lo manda a descansar a su casa. Urías no fue a su casa, sino que durmió a la puerta del rey – a la intemperie- porque el ejército dormía a campo abierto y Urías, por solidaridad, no quiso dormir en una blanda cama. David lo volvió a invitar a cenar, lo emborracha, pero Urías no va de nuevo a su casa, durmió con los soldados.

A la mañana siguiente, David envió una carta a Joás, el manda más, pidiéndole que pusiera a Urías en la parte más peligrosa y lo dejara solo. Lógicamente, Urías muere en la batalla. Se le notifican a David, entonces David exclama: “Son cosas de la guerra”.

La mujer de Urías guardó luto por su esposo, una vez pasado el luto, David la mandó traer a palacio, pero a Dios no le agradó esta acción. Hubo adulterio, mentira y asesinato. Todo empezó por la pereza.

El profeta Natán reprende a David, quien no se había dado cuenta de su pecado hasta que Natán le relata una parábola que refleja lo que hizo. Así, David comprende que merece la muerte. Decide ayunar, hacer penitencia y pedir perdón a Dios. Recita el Salmo 50, escrito por él mismo.

La pereza es la madre de todos los vicios, es el caldo de cultivo donde se generan todas las conductas destructivas. Esta pereza nos puede dejar tirados en el camino incapacitados para ser feliz.

Es importante que identifiquemos la pereza en nuestra vida personal, familiar y profesional. Hay que pensar en cómo va nuestra pereza, esto en conversación con Dios. Sé que debo hacer ejercicio al menos tres veces a la semana, ¿lo hago? En el trabajo estamos distraídos con el celular, no acudimos a los festivales de los hijos, no doblamos la ropa, no la planchamos, omitimos revisar el refrigerador, etc.

Cuando escribes y meditas sobre la pereza, llegas a la herida que provocó ser víctima de esta conducta. Hay personas que no se levantan a la hora precisa porque se quedaron a ver series por la noche. Hay que revisar nuestra infancia y adolescencia. ¿Cuándo fue la última vez que caí en esta conducta? Y pedir al Señor que nos ayude a conocernos y nos vaya revelando en dónde está la pereza. No se trata de juzgarnos sino de conocernos con misericordia.

Todo esto se aprende en el Taller del Buen Samaritano.

 
Imagen de Victoria en Pixabay


 

Por favor, síguenos y comparte: